prólogo

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   Un mediodía soleado. Esperé a que te aparecieras, como hacías siempre que lo acordamos, pero me avisaste que llegarías con retraso. No me preocupé: más de una vez había pasado, y siempre te apareciste.

Caras de desconocidos reflejando en sus rostros el temor de llegar con atraso a sus respectivas ocupaciones, bebés llorando y sus madres meciéndolos para calmarlos, niños con los ojos somnolientos dejando en evidencia lo tarde que habían dormido y temprano que habían despertado, oficinistas con llamadas de sus clientes. Tapé mis oídos y cerré los ojos con fuerza: ah, sabías que mi sensibilidad a sonidos fuertes siempre fue un problema en cuanto a la convivencia. Sin embargo, aunque tardabas más, te seguí esperando en el lugar de siempre, temiendo que no me encontraras si me iba de allí.

Cuando el sol comenzó a caer, ya pasadas varias horas, te llamé. Fui directo al contestador. ¿Por qué tardabas tanto?

La noche llegó y con eso el frío, la lluvia y el viento. Sentía que moría, pero el amor que sentía por vos me calentaba el pecho, salvándome (¿o privándome?) de fallecer. El frío me entumeció los dedos de las manos, las orejas y la punta de la nariz. Saqué la campera que usaba para evitar el frío mañanero, aunque no era suficiente. Te volví a llamar.

Y no contestaste.

¿Tu amor dejó de vagar en el infinito y al fin encontró un descanso? ¿Un descanso o una parada definitiva?

Puedo parecer insistente y caprichosa, pero necesitaba que vayas, me abraces y fuéramos a ver la serie que comenzamos ese mismo fin de semana. Y sí, eso significa que volví a llamar, volví a insistir, dejándome sin orgullo, rebajándome más que cualquier otro ser humano que conozco.

Me llamaron amigos, familiares, conocidos, desconocidos. Contesté solo un llamado de quien sabía que no me juzgaría, y al escuchar que preguntaba por mi paradero, solo contesté "estoy esperando que me pase a buscar. Viene con demora, en un ratito debe llegar", y colgué. No atendí ningún llamado a partir de ese momento, ni de esa u otra persona, solo contestaría el tuyo, pero la desesperanza (luego entendí que era la razón) me partía en mil trozos el corazón al saber que no haría falta.

Me desperté en la vereda, en la misma que esperé en vano tu aparición. Moría de frío, dolor en el cuerpo y el dolor en el corazón era tanto que sospechaba que comenzaría a sangrar. La gente que pasaba por el lugar me ignoraba, y no niego que me pareció lógico, no me conocían y estaba tirada en la vereda.

Me levanté como pude y revisé mis notificaciones: nada tuyo. ¿Tanto te costaba complacer mi deseo de que sigas a mi lado? Un día me prometiste amor eterno y al otro ni siquiera pudiste verme, ¿qué pasó con tu juramento?

Y ahí apareciste, como un salvavidas en el momento justo. Un solo mensaje, una sola palabra, seis letras que me torturaron el resto de mi vida: "colgué". ¡Ups! El salvavidas se pinchó.

Ah, te libraste de la culpa tan fácil. Me dejaste tirada, vulnerable, al borde de la muerte, pero con un simple "colgué" creíste solucionar todo el daño irreparable que me causaste.

Y tomé una decisión que hasta hoy en día me pregunto si fue la correcta, a pesar de saber que fui víctima de tu descuido, fuiste el culpable y siempre lo vas a ser. Tu indiferencia me mataba tan lentamente que prefiero morder la manzana de Blancanieves sabiendo de su veneno antes que volver a vivir todo ese martirio.

La decisión que cambió mi vida desde aquel día.

Aquella que me había costado tanto decidir, aunque sabía el desprecio oculto que me tenías.

Te ignoré.

(¿) Me Amabas (?)Where stories live. Discover now