Odio la Vida Moderna

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El día que le ve por primera vez no le llama mucho la atención. Bueno, sí, porque es el tipo de persona que es imposible ignorar, aunque quieras. Es alto, casi tanto como él, pero corpulento, cosa que él no, y habla muy alto, rápido y en grandes cantidades. Está rodeado de chicas que parece que le adoran y le ríen todas las gracias.

No puede evitar juzgarle por su aspecto, aunque es algo que deteste hacer y que intenta que le pase lo menos posible. El chico es un pijo de cuidado: lleva un polo rosa, pantalones pitillo y un collar de cuentas blancas que quiere darle un toque moderno. Las zapatillas son de marca, obviamente. Va perfectamente peinado y lleva toda la ropa limpísima y parece que recién planchada. Paul podría adivinar hasta a qué partido político vota, pero prefiere no pensar en ello. No es una persona que juzga a la gente de esta manera y no quiere empezar a serlo ahora.

El chaval es el tipo de persona que le ha ignorado toda su vida y del que él, por su propio bien, también ha pasado. Piensa por dentro que podría callarse un rato, o al menos bajar la voz, y vuelve a adentrarse en su libreta y sus pensamientos, que es donde mejor se encuentra.

Un rato más tarde está esperando para entrar a la sala donde están Vic y Manu cuando le ve salir con cara ambigua. No parece la misma persona de antes. ¿Le habrá ido mal? El chico se abraza a una chica de pelo largo y castaño, Lina. Ella le dice algo al oído y le da palmaditas en el hombro hasta que él se suelta del abrazo y los dos se sientan en unas sillas de plástico incómodas que les han preparado desde producción. Le sale de dentro preguntarle si le ha ido bien:

-¿Qué tal ha ido?
-Creo que bien, pero no quiero cantar victoria antes de tiempo.
-¿Qué has cantado?
-Lucía.
-Un temazo - dice, porque lo piensa de verdad, y el chico le sonríe dándole las gracias.

Se quedan en silencio y cuando le toca entrar a él, el chico le mira y le dice "Mucha suerte, Paul".

Dentro se da cuenta de que en ningún momento le había dicho su nombre.

-

Su casting es de otro mundo. Se entera entonces que su nombre es Juanjo, le pega. Le había escuchado cantar en la canción grupal, pero uno no puede lucirse mucho si te toca "La Bachata" de Manuel Turizo. Oírle cantar "The Great Pretender" es una experiencia totalmente diferente.

Tiene una voz muy bien entrenada, potente y llega a notas con las que él no se atreve ni a soñar. Su presencia llena el pequeño escenario improvisado y hace que Manu Guix al piano parezca pequeño. Se nota que tiene años de experiencia a sus espaldas y reconoce en él los gestos y dejes típicos de cantante de orquesta que tanto ha visto durante las fiestas de su pueblo.

Durante su actuación se toma un momento para mirar a sus compañeros. Todos están flipando con él: puede ver caras de asombro, de incredulidad e incluso de miedo.

Todo lo grande que se ha hecho en el escenario se queda en nada cuando termina. Se encoge de hombros y se desinfla, con expresión de vergüenza. Con un hilo de voz da las gracias por los aplausos y a los silbidos, que claramente no se esperaba, y vuelve sigilosamente a su asiento.

Al cabo de un rato, cree verlo llorar.

-

Juanjo no se calla ni debajo del agua.

Paul no le soporta.

Están en Barcelona preparando la gala cero y hoy tienen la tarde libre, así que algunos deciden salir a tomar algo a una terraza cerca del hotel. A Juanjo le encanta hablar, puede que más que cantar y todo, y tiene una manera de expresarse que hace que sus historias sean automáticamente interesantes, aunque esté explicando la receta de la tortilla de patatas de su madre. Están sentados en la mesa Omar, Lina, Álvaro, Naiara, Álex, Juanjo y él, y todos están escuchando una historia sobre una fiesta que organizó en su finca y que fue un caos total.

Odio la Vida ModernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora