Era un día normal, bueno, no tan normal. Era un día estresante para nuestro querido Max. Hoy era su primer día de escuela y su padre ya había aparecido adentro de su habitación revolviendo todas sus pertenencias.
—¿Papá, qué haces?
—Max, ¿Ya tomaste tus pastillas?— preguntó el omega mayor con preocupación, sin prestarle mínima atención a la pregunta de su hijo.
Goofy es un hombre omega con varios años de experiencia, y no puede evitar preocuparse demasiado por su pequeño hijo.
El menor bufó molesto y abrió el cajón, dejando a la vista una tableta de pastillas casi vacía. Afirmando así, que había tomado sus supresores de aroma. Su delicioso aroma a fresa ya estaba cubierto, a demás de la pastilla, con una colonia masculina muy fuerte a olor a alfa dominante. El aroma no era agradable para Goofy, pero ya se había quejado varias veces de aquello y ya se había dado cuenta que era inútil intentar que su hijo dejara de usar aquel perfume.
—¿Ya estás listo para ir a tu escuela?— volvió a preguntar Goofy mientras miraba de arriba a abajo la ropa de Max; llevaba la ropa que tranquilamente podía pertenecer le a un vagabundo.
—Sí.— respondió afirmando su pose mientras descansaba sus brazos sobre sus caderas, resaltando más la calavera que tenía bordada en su pecho.
Suspirando rendido, Goofy se acercó a la puerta de la habitación. Se quedó un momento entre la puerta abierta, observando a su hijo con ternura. Seguía siendo un bebé ante sus ojos.
—Ya tengo listo tu desayuno, Maxie. — dicho esto, cerró la puerta antes de recibir el tan esperado grito de furia.
—¡QUE NO ME LLAMES "MAXIE"!