Extraños encuentros

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El día comenzó como cualquier otro para Hinata. Se levantó, se duchó y se vistió mientras pensaba en los exámenes de aquella semana.

El más importante era el de química. Tendría que estudiar mucho, porque era una de las asignaturas más difíciles. El problema era que casi no podía dejar de pensar en Naruto.

Sakura había admitido que le había dado a Naruto el número de teléfono de Shion. En serio, ¿se podia ser tan pesima persona?

Y, además, ¿por qué él no la había llamado? Había pasado una semana entera. En parte lo esperaba, y se sobresaltaba cada vez que sonaba el teléfono, Parecía que él siempre estaba impaciente por hablar con ella. Por otra parte, sin embargo, tenía la esperanza de que él no se pusiera en contacto con ella, esas últimas semanas sus horarios no coincidieron en nada. Apenas y lograban verse en la hora de almuerzo y hablar un poco del día.

Lo había sentido muy disperso toda la semana, Hinata sólo había sentido confusión y dolor hacia él, cuando no estaba experimentando una necesidad apremiante de echar a correr.

¿Qué era lo que le estaba ocurriendo? Estar cerca de él esos días era como recibir un puñetazo en el pecho. Su cuerpo sólo quería escapar. Su mente... lloraba su pérdida. Lo lloraba como si lo hubiese perdido.

No tenía sentido, porque él no se había ido a ninguna parte.

Con un suspiro, bajó las escaleras. Su padre ya tenía el desayuno preparado: tortitas con sirope de arándanos.

Hinata se tomó dos mientras él leía el periódico y tomaba café. Lo habitual.

—¿Quieres que te lleve al instituto? —le preguntó mientras plegaba el periódico y lo dejaba sobre la mesa. Él siempre sabía cuándo terminaba de desayunar sin que ella se lo dijera.

—No, gracias. Caminar incrementa la cantidad de oxígeno de mi cerebro, lo cual me ayuda mientras repaso mentalmente los apuntes sobre la síntesis del yoduro.

Su padre sonrió y agitó la cabeza.

—Siempre estudiando.

Cuando sonreía así, se le iluminaba toda la cara, y Hinata entendía por qué les gustaba a todas sus amigas. En el físico no se parecían mucho. Él era tosco, tenía los mismos ojos, y era musculoso, mientras que ella era muy delgada. Lo único que tenían en común era su juventud, como a él le gustaba repetir.

Sólo tenía treinta y siete años, lo cual era muy poco para un padre. Se había casado con su madre nada más terminar el instituto, y habían tenido a Hinata enseguida. Luego llegó Hanabi al poco tiempo. No quisieron esperar por un segundo hijo.

Tal vez por eso se habían casado, por su madre. Pero no era por ella por lo que habían seguido juntos. Aunque tenían peleas, se querían mucho.

Durante muchos años, Hinata había tenido resentimiento hacia su padre por aquella posibilidad de que no la protegió cuando fue atacada por un Astralis. Su madre no trabajaba, se había quedado en casa para cuidar sus dos hijas y ocuparse de todas las tareas domésticas. Sin embargo, cuando ella había muerto, la tristeza de su padre había convencido a Hinata de que era inocente. Además, llevaba solo muchos años. No había tenido ni una cita, ni había mirado a otras mujeres.

—Me recuerdas todos los días a tu madre —le dijo su padre con una sonrisa—. No sólo en el físico. A ella también le encantaba la química.

—¿Lo dices en serio? Odiaba las matemáticas, y la química está llena de ecuaciones que la habrían vuelto loca. Además, ¿quién ha dicho que a mí me encanta la química? La estudio porque es necesaria.

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