El multimillonario y atractivo Sr. Malik recibe una noticia inesperada: su hijo, a quien creía muerto, está vivo. Sin embargo, surge un pequeño inconveniente: Leo Malik, un niño de 4 años, ha sido ilegalmente adoptado por una joven llamada Alexa. Ah...
"Señor Malik, llegó el día", anunció la criada al entrar con el teléfono en la mano.
El moreno dejó que su puro se extinguiera en el cenicero al escucharla. Sin necesidad de escuchar más palabras, sabía de qué se trataba. Pero no se permitiría ilusionarse.
Era una situación que había enfrentado incontables veces: un hombre conocido por su inmensa fortuna y su tragedia personal, lo convirtieron en presa fácil para estafadores que prometían información sobre su hijo desaparecido a cambio de dinero.
Recordaba aquella fatídica noche de verano cuando su majestuoso castillo fue consumido por las llamas, obra de un exsocio resentido que buscaba venganza. En ese terrible incendio, perdió a su esposa, quien estaba junto a su recién nacido.
Malik había presenciado el cuerpo sin vida de su amada tras la tragedia, pero no el de su bebé. Sin embargo, dada su corta edad, los policías indicaban que era improbable que un chiquillo que apenas estaba aprendiendo a respirar hubiera sobrevivido. Tras años de búsqueda infructuosa, el caso fue cerrado, añadiendo otra víctima más a la tragedia del castillo.
Sin embargo, Malik jamás se dio por vencido, y decidió hacer su búsqueda de forma privada, ofreciendo incluso su castillo completo con tal de tener de vuelta a su pequeño hijo, un hermoso y único recuerdo que tenía de Lyndah, su fallecida esposa.
"Señor Malik, lo hemos encontrado", mencionó su detective del otro lado de la línea. Al no recibir respuesta, continuó: "He encontrado al pequeño Isaac. De hecho, me encuentro frente a su choza observándolo. Señor, es una copia exacta de usted".
Tras unos segundos que parecieron años Malik salió de su trance "Marcus" fueron las pocas palabras que su lengua pudo articular tras la afortunada noticia. "Marcus, por Dios, en hora buena"
"Lo sé, Señor. Por fin la búsqueda ha terminado."
"Marcus, asegúrate de que nadie sospeche que lo has encontrado. Podría arruinar nuestro plan. Envíame la dirección y estaré allí antes de que caiga la noche.
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Se encontraba frente a esa modesta casa, apenas digna de ser llamada choza. Malik no podía creer que, con toda la fortuna que poseía, no hubiera podido brindarle ni siquiera un poco de comodidad a su hijo desaparecido. Ahora, verlo vivir en esas condiciones, casi como un mendigo, era difícil de aceptar para alguien como él que estaba acostumbrado a un estilo de vida muy diferente.
La casa no era lujosa, pero tampoco estaba mal: un modesto hogar de dos pisos con una pequeña chimenea que seguramente no había sido limpiada en mucho tiempo. Al acercarse, un par de perros sin collar lo acecharon ladrando, alertados por su presencia desconocida en la zona. Fue entonces cuando Malik decidió llamar a la puerta.
"Al fin ha llegado el día", susurró para sí mismo, sintiendo cómo la tensión le hacía temblar las piernas. Con los vellos de punta y las manos frías, pulsó el timbre del interfon preparándose para reencontrarse con su pequeño Isaac.
Tras dos repeticiones, se escuchó la voz de una mujer.
"¿Sí, dígame?"
"Busco a Isaac Malik", mencionó, y de inmediato escuchó cómo colgaba el interfono.
Se maldijo a sí mismo al darse cuenta de que apenas llevaba un segundo en ese lugar y ya había metido la pata.
¿Y quién en su sano juicio tendría la concentración suficiente para formular palabras coherentes cuando estaba a un paso de encontrarse con su único y futuro heredero?
