2. Mirada de fuego

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Alexandra se alertó al escuchar desesperadamente el timbre del interfono, y entre refunfuños se apresuró a terminar de duchar al pequeño, haciendo que se mojara por completo su vestimenta.

"Leo, compórtate", mencionó al recibir el último chapuzón de agua que terminó de empapar por completo su cabellera.

Sostuvo al pequeño en sus brazos mientras lo envolvía en una bata de baño. Lo llevó a la cama y lo cambió lo más rápido posible para poner fin a esa tortura de timbre que no dejaba de sonar.

"¿Quién será esa impertinente visita?", dijo molesta. Colocó al pequeño en la sala mientras lo dejaba viendo su caricatura. Tomó camino y al toparse con el reflejo en uno de los vidrios de la ventana, se rió de sí misma al ver el desastre. ¿Cómo era posible que, después de 4 años de bañar diariamente a un niño, aún no lograra tener la habilidad de bañarlo sin terminar empapada?

Se dirigió a la entrada y abrió la puerta para encontrarse con un hombre atractivo: moreno, con ojos rodeados de tupidas pestañas, una barba abundante pero cuidada y un cabello color azabache. ¡Vaya, parece un sultán!, pensó para sí misma al recordar los personajes de las novelas árabes que solía ver con su abuela.

El hombre quedó sin palabras por un momento al verla, pensando que tal vez se había equivocado de casa, ya que en su hogar no había ningún sujeto llamado Isaac Malik.

Después de unos segundos, Malik volvió a la realidad, habiendo quedado cautivado por aquella mujer de ojos azules. No era para menos, Malik tenía una gran debilidad por las mujeres que se parecían a ella. De hecho, podría jurar que era su fallecida esposa, Lyndah.

Pero era imposible; Lyndah tenía una marca roja prominente en su rostro, algo que la mujer frente a él no tenía.

Sin embargo él no podría negar que esa desconocida mujer parecía una sirena, con esa vestimenta húmeda que parecía  convertirse en su segunda piel, y sin duda causó un efecto similar a ese personaje de la mitología. Su ropa mojada dejaba al descubierto sus grandiosas curvas y sugerentes formas. Su belleza lo impacto tanto, que no pudo notar el desastre que tenia su cabello.

"¿En qué le puedo ayudar?" pronunció nuevamente la misteriosa mujer.

"Yo..." carraspeó, tratando de salir del trance. "Vengo en busca de Isaac Malik, un niño de aproximadamente 4 años. Me dijeron que vive aquí".

Al escuchar claramente su nombre y al ver el rostro del supuesto sultán, Alexandra conectó los puntos en su mente.

Fue entonces cuando recordó la llegada del pequeño a su vida.

La realidad era que Leo no era su hijo biológico; más bien lo había adoptado después de encontrarlo vagando y en estado deplorable por las calles. El niño tenía apenas 1 años, por lo que no tenía la capacidad de comunicar su origen ni ningún dato de su vida real.

Alexandra sintió una gran ternura al ver al pequeño y no dudó dos veces en adoptarlo. Además, con él podría satisfacer su deseo de ser madre sin tener que soportar a un fastidioso hombre.

"Lo siento, yo..." fue lo único que pudo decir antes de azotar la puerta en las narices del hombre.

"¡Abra la puerta, ya sé toda la verdad!" gritó el hombre mientras golpeaba la puerta en busca de ser recibido. "Si no, tendré que llamar a la policía".

Ella se asomó por el orificio de la puerta y pudo notar cómo el hombre estaba rodeado de hombres fornidos y uniformados. Debía ser alguien poderoso; nadie en la zona venía con una compañía de ese tipo.

"¡Abra, le he mandado!" Alexandra apoyó su espalda en la puerta, sintiendo las vibraciones de los golpes desesperados que el hombre daba.

Volteó a ver al niño y notó que estaba dormido.

El hijo perdido de MalikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora