Capítulo 5: Tentación

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10 septiembre 2022

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10 septiembre 2022

Ans Cribans

Me decía siempre "Mejor huye de la tentación que jugar con ella". Pero por alguna razón no encontraba forma de huir de la pequeña tormenta de ojos sensuales.

Me seguirás diciendo idiota sabiendo con quien estás hablando —tecleé bajo la luz de la luna sentado en mi balcón.

Que conozca tu identidad no significa que no lo eres.

No esperaba una respuesta más educada de su parte.

Tienes muy mala educación.

No es nada que no me hayan dicho.

Te castigaré por respondona —sentencié.

Mandó una carita sonriente.

Quisiera ver cómo harías eso.

Provocadora que era.

No tientes al diablo bandida, tengo en la cabeza las mil maneras de castigarte y hacer que ardas en mi infierno —envíe sonriendo para mí.

Hum, me encantaría ver eso señor Cribans.

Tomé un trago de vino sintiendo el peso de sus palabras.

Buenas noches bandida, lo verás.

Buenas noches desconocido, conocido.

Disfrutaba cada conversación. Me hacía volver a una época que creía extinta. Una juventud de terquedad. Mi mente divagaba en su sonrisa, podría observarla durante horas sin cansarme y detallarla como una muñeca de porcelana. Se estaba convirtiendo en mi deseo prohibido.

Me encantaba la manera en el que rodeaba los ojos cuando algo le parecía absurdo y como mordía los labios cuando deseaba algo. Su forma tan a la defensiva para ocultar su debilidad. Su mirada era la perdición que conllevaba a cualquiera a arder con su porte de inocencia. Cada una de sus características me atraían, siendo un efecto adictivo que escapaba de mis manos.

Lo más absurdo es que era una niña. Una niña que me confundía. Tenía la edad de mi hija y me parecía ilógico la idea de desearla. Era terca y malcriada. Disfrutaba cada detalle a pocos días de conocerla. Jamás me había sentido tan sofocado y tan descontrolado.

—Ans, es hora de descansar —apareció Aukai en el umbral con la bata abierta en una lencería que dejaba poco a la imaginación.

La Hawaiana había cruzado la línea de nuestra amistad y francamente me daba igual. Ayudaba a desestresarme de vez en cuando.

—Te ves deliciosa —canturreé con sinceridad.

—Supongo que no me dejarás así —refutó sentando de horcajadas sobre mí y unió nuestros labios en un suave beso.

KAILAY IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora