---Soy Raúl Tume, Suboficial de la Policía de la comisaría de Paita en la parte alta. Bueno, solía serlo. Aún recuerdo claramente cuando todo esto inició, un 12 de Julio de 2024. Empezó como unos casos extraños de Alzheimer en Francia, de donde llegaban las noticias mediante redes sociales. Cientos, si no miles, de personas se veían afectadas. Era el típico caso de toda la vida con esta enfermedad, comenzaba con pequeños olvidos e iba empeorando. La diferencia esta vez era que aquellos casos se extendieron por toda Europa y luego por todo el mundo.
Algunos decían que era coincidencia, los gobiernos e importantes influencers respaldaban aquello, mientras que otros más perspicaces empezaron a sugerir que no se trataba de Alzheimer, sino de algo más, algo contagioso. Los tratamos por locos, qué idiotas fuimos. A los que llamamos locos se fueron a refugiar a zonas rurales, pueblos pequeños y aislados, en lo profundo de la sierra y de la selva. Ellos quizá aún vivan, quizá mi mujer y mis hijas aún vivan.
Mientras nosotros, por nuestra ignorancia y facilidad para ser manipulados, nos condenamos al mismo infierno. Nos autoengañamos a pesar de las señales. Aquellos enfermos del supuesto Alzheimer no solo empezaron a perder sus memorias, su forma de ser o incluso a orinar y defecar como es lo natural en su caso. Fue aún peor, empezaron a perder poco a poco su esencia, lo que les hacía humanos. Sus habilidades físicas no disminuían, pero cosas como la alegría, empatía, y toda clase de sentimientos y cosas que nos hace humanos era lo que más rápido se desvanecía luego de los recuerdos.
Al ser la evolución de la enfermedad tan rápida, era sentido común que se trataba de algo más, pero la mayoría fuimos ignorantes. Yo seguía yendo a mi trabajo de policía, o bueno, siendo sincero, era un malnacido. Solo iba a sacar dinero fácil, coimear como es conocido. Pasaron dos semanas, un 26 de Julio, cuando en Internet se viralizaba que aquellos enfermos empezaron a volverse violentos. Era claro no era Alzheimer, ya que recuperaban su cordura y sus recuerdos en algunos lapsos, pero cada vez eran más espaciados y efímeros.
A pesar de esto, los medios de comunicación oficiales desacreditaban todo esto, "noticias falsas" les llamaban, y muchos nos creímos esos. Muchos, pero no mi mujer, que se llevó mientras trabajaba a mis hijas, tras mi negativa de ir con ella, a un caserío recóndito de Huancabamba donde tenía familia. Aquel día la odié, pero hoy, si es que siguen vivas, estoy agradecido con la gran madre que tienen mis hijas. Ella hizo todo por protegerlas, a diferencia mía, que a pesar de que aquel malestar llegó a nuestro país, y que algunos países europeos cortaban comunicación y que no daban señales de vida, aún así me rehusé a ir con mi familia. Qué ingenuo fui, qué idiotas fuimos la mayoría de personas, y nuestra idiotez recibió su pago cuando en la noche del 22 de Agosto estalló todo.
Simultáneamente, en todas las ciudades del Perú, aquellos enfermos con lo que parecía Alzheimer perdieron totalmente su control, y su físico se volvió grotesco. Venas inchadas, piel pálida, parecían muertos, pero aun así nos cazaban más ferozmente que cualquier animal. Acudí a la comisaría donde mi persona y mis compañeros nos refugiamos. No recibíamos órdenes de mandos superiores, no sabíamos qué hacer. La mayoría ni siquiera estaban en forma, no eran más que policías rechonchos y apoltronados. Muchos de los nuestros fueron mordidos o arañados, y con eso, pudimos ver cómo se transformaban en algo que no era humano. Los mordidos de gravedad morían y se convertían, con dolor teníamos que volver a matarlos. Aquellos seres solo morían desangrándose o con un disparo a la cabeza.
Cabe decir que los que murieron rápidamente fueron los afortunados. No sufrieron una transformación lenta y dolorosa en donde perdían su humanidad cada minuto que pasaba, siendo peor durante la noche, donde la nueva bestia que vivía en ellos intentaba o tomaba el control, solo para que en el día algunos regresaran, pero ya no eran los mismos. Los pocos que volvían a ser humanos ya no eran ni la sombra de sus antiguos seres, eran carcasas que cada noche quedaban atrapados en un cuerpo que no era suyo.
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Relatos de una Pandemia
Short StoryEn un mundo devastado por un apocalipsis zombi, la línea entre la vida y la muerte se desdibuja aún más cuando algunos zombis retienen fragmentos de su humanidad perdida. Estos zombis, capaces de emitir palabras y atraer a los supervivientes con sus...