Capítulo 1: En alta mar

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El rugido ensordecedor de los motores turbofan del F-22 Raptor era la única compañía de Dick Best mientras volaba a mach 1 sobre el océano Pacífico. La misión era simple: un ejercicio de entrenamiento que había realizado incontables veces antes. Pero algo no encajaba esta vez. Desde el momento en que despegó, había notado una leve vibración en el panel de instrumentos, algo apenas perceptible pero lo suficiente como para inquietar a un piloto experimentado como él.

Mientras verificaba los sistemas, una luz de advertencia comenzó a parpadear en el tablero: "Anomalía del sistema de navegación". Antes de que pudiera reaccionar, el cielo alrededor de él se volvió un torbellino de colores. Dick sintió una extraña presión en el pecho, como si la misma realidad se torciera y tirara de él. Intentó estabilizar el avión, pero los controles no respondían.

De repente, todo volvió a la calma. El Raptor volaba ahora bajo un cielo despejado y desconocido. Las coordenadas en el GPS habían desaparecido; el mapa mostraba una pantalla en blanco. "Qué demonios...", murmuró mientras escaneaba el horizonte. No había señales de tierra ni de otras aeronaves. Solo el interminable azul del mar.

Con el combustible disminuyendo, Dick tomó una decisión: comenzar a buscar un lugar para aterrizar. Tras minutos de vuelo incierto, vio una silueta en el horizonte: un portaaviones. "Gracias al cielo", suspiró, apuntando hacia él. Al acercarse, algo le llamó la atención. Era un portaaviones moderno, pero no mostraba ningún emblema reconocible. Sin embargo, aterrizar ahí era su única opción.

El aterrizaje fue tenso pero exitoso. Apagó los motores y salió de la cabina, esperando encontrar a la tripulación del portaaviones. Pero todo estaba desierto. ¿Dónde estaban los pilotos, los técnicos, el personal de cubierta? Dick recorrió el enorme navío, buscando alguna señal de vida, pero no encontró a nadie.

Finalmente, llegó al puente de mando. Las luces y pantallas estaban encendidas, pero no había rastro de humanos. Miró un monitor que mostraba el nombre del buque: USS Gerald R. Ford. Algo en su interior se estremeció. Este era el portaaviones más avanzado de la Marina de los Estados Unidos, pero ¿por qué estaba desierto?

De repente, un sonido interrumpió su exploración. Era un leve pitido proveniente de la consola principal. Dick se acercó y vio que el radar del navío había detectado un objeto aproximándose. Se inclinó hacia la pantalla y ajustó el zoom. Lo que vio lo dejó sin aliento: una flota de buques desconocidos avanzaba hacia él, sus siluetas recordaban barcos de guerra de la Segunda Guerra Mundial, pero con un brillo antinatural.

"Esto no es normal...", dijo en voz alta. Sabía que estaba atrapado en un lugar extraño, con tecnología avanzada pero completamente solo. Y ahora, algo se dirigía hacia él. Tomó el intercomunicador del puente y comenzó a hablar, aunque no sabía si alguien lo escucharía.

"Aquí el comandante Dick Best. Si hay alguien ahí fuera, necesito respuestas. Ahora."

El único sonido que recibió como respuesta fue el eco de su propia voz en el desolado portaaviones. Mientras se preparaba para lo que venía, supo que esta misión iba a ser muy diferente a cualquier otra que hubiera enfrentado.

Ford en azur laneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora