Estaban ya por el corazón del bosque. Era la noche ahora opacada por las casi infinitas hojas que se volvían el cielo en sí. A unos pasos se extendían las llamas, pero Cassandra se detuvo y extendió su mano a los jóvenes hermanos.
- Mi confianza con los de afuera fue una vez contaminada con gestos falsos. Tomé la decisión de no cometer dicho error nuevamente. Por favor, bríndenme sus bolas de cristal. Sé que tiene unas, y puedo jurar como wicca y por el dote de Tsgili que no haremos daño a su persona.
No les gustaba la idea, pero al final era un dispositivo y ya. Una bola que cristal en sí no era su material, pero siempre reflejaba y permitía comunicarse con otros, a distancias grandes. Marcus lo dio, con un gesto de claro malhumor. Poppy, por su lado, se cuestionaba si era lo correcto.
- Mi ciela, es darlo, no verlo como pendeja. El tiempo es poco si quieren seguridad - Namira era simplemente hiriente, pero con verdad en sus palabras.
Al final ella accedió, y decidió entregarla. La dama rubia sonrió y continuaron su viaje a lo profundo del bosque.
- No confundan mi hospitalidad como ingenuidad. Sería el último de los errores que harían - decía la dama de ropas negras mientras reanudaban su viaje.
En un momento, los jóvenes hermanos caminaron un poco más lento, lo suficiente para seguir viéndolas, mientras esperaban hablar entre ellos.
- Es díficil - decía ella, tocando su hombro izquierdo -, tras todo lo que aprendimos, confiar en quienes profesan ser wicca. Pero, siento que dolería menos ser apuñalada por ellos, que por quienes tenía que llamar familia.
- Las tradiciones a veces son, distintas a lo que terminamos viviendo. Espero lo que decían de estas personas sea sólo un mito distorsionado entre ecos disonantes - respondía su hermano, en un afán de calmarse ellos.
La chica sonrió, y le abrazó el brazo mientras caminaban.
- Gracias por ser quien eres. Amigo, hermano, familia. Quizá la única que tenga tras todo -le decía ella mientras sus ojos de nuez le miraban con amor fraterno.
Él no decía nada, sólo la miraba y sonreía. ¿Qué iba a decir? Fue observante de una vida que era destruida, pero no podía hacer nada. Ellos oían a lo lejos, fuera de los muros de una casa, como una chica gritaba de dolor, traición y miedo mientras una voz fría y casi deshumanizada decía: "otra vez, otra vez. Hasta que entienda su puesto en la familia". La vida en Luminaria era más la de un atisbo de crudeza a los ojos de los que vivían ahí.
Las dama con cuernos y la dama de negro se detuvieron justo donde las llamas paraban. Agradeció la rubia las llamas y volteó a ver a sus "invitados":
- Les doy la bienvenida a una pequeña comunidad que llamo tribu y hogar. La Cóven de Corazón Boscoso abre sus puertas a quienes necesitan refugio y descanso. Solicito me sigan, vástagos de Hierachy y Anemoi. Nuestras deidades varían, pero siempre dejan marcas en nosotros que nos muestran nuestro ayer, y permiten al hoy decidir si se curan o se abren más.
Los hermanos habían guardado como podían su dote. No era algo que debía saberse simplemente, meno si ataban cabos y así les identificaban como traidores o exiliados.
- ¡Vamos! Es de esperarse que la chica color algodón de azúcar y el chico con la bandita en el cabello sean los mismos vástagos de luz y viento respectivamente - Namira decía en son de burla -. Sí, soy como llaman una imp, pero no soy una imp tonta. Así que dejen de ocultarlo, les hará daño.
- Si tú lo dices, lo haré, pero no esperes que sea dócil - el joven respondía mientras mostraba como el viento, que había estado amainado, tomaba ligera fuerza, danzando en las prendas del joven. Incluso, se mostraba su vivacidad.
La chica, en cambio, mostró tener un brillo tenue, pero con tonos azules. Una luz muy baja a comparación de otros, según Poppy.
- Señorita Wells, vástago del dote de Hierachy. Veo que tu luz están manchada con melancolía y quizá más. Pero, ¿es tuya esa tristeza, o fue impuesta tras mucho dolor? Espero poder ayudarte, pequeña - era la dama de ropas negras, pentagramas y labios como la noche quien mostraba un afecto que a Poppy le parecía extraño. Como onírico.
La pelirrosa sólo podía asentir. Se notó en su brillo que las palabras eran elocuentes para ella, pero extrañas en sabor.
Pronto todes entraron. Pero dos bolas diminutas de un vidrio peculiar eran dejadas en el suelo, siendo llevadas por el viento.
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12 Wiccan
FantasyAl juntarse las lunas del Asbat, la vieja tiranía caerá, pero la misma tiene dientes y garras.