Capítulo 10.

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High on You – Sam Fischer, Amy Shark

Nerea.


11 meses después.


—Te queda bien, aunque es un poco extraño —mi hermano me veía de frente. Demian seguía examinando mi atuendo y sonreía.

—¿Te gusta? —pregunté a mi hijo, él asentía y  corría dando vueltas alrededor de mí.

—Sí, me gusta. ¡Estás bonita mamá! —sonreí y me incliné para estar a su altura—. ¡Eres la mamá más bonita de mundo!

Agité mi cabello a los lados de mi cara, ahora lo llevaba más corto, cerca de los hombros, aún en capas y lo peinaba en ondas. Me gustaba el movimiento que lucía y cómo enmarcaba mi rostro. Los mechones de mi cabello tocaron su rostro provocando que riera, me dio un beso en la mejilla y me regaló otro en mi frente.

—¡Peciosa! —susurró cerca de mi oído.

—¡¿Uy, todo eso crees que soy?! —le di un beso en su mejilla y me levanté.

Me vi en el espejo, trataba de rectificar que mi vestimenta fuera la adecuada. Llevaba una blusa blanca de manga larga, estaba ajustada al cuerpo y delineaba bien mi figura. Llevaba jeans de cintura alta y unos converse rojos. Me sentía bonita y más aún, me sentía tranquila. Por primera vez en mucho tiempo comenzaba a sentirme yo otra vez. Me sentía llena de vida y entusiasmada por los proyectos en los que estaba trabajando.

—¿Por qué las mujeres se cortan el cabello después de un rompimiento? —puse los ojos en blanco, la verdad es que no lo sabía—. Después hacen ejercicio con una rutina a lo Mark Wahlberg y esperan que uno actúe como si no supiéramos que lo hacen para que uno se arrepienta de haberlas dejado.

—¿Me veo mal? —pregunté y frunció el ceño.

—Te ves tal y como querías cuando cumplieras treinta. En la cima del éxito, con un cuerpazo y con la cartera llena de billetes —solté una carcajada.

Mi hijo acababa de aprender a levantar su pulgar en señal de aprobación, así que lo hizo.

—¿A qué hora vendrá el chico por ti?

—No debe de tardar —dije viendo el reloj en mi muñeca—. ¿Emily pasará la noche aquí? —pregunté a mi hermano, pues se había mudado conmigo hace poco más de seis meses.

—No lo sé, ¿me das permiso de que se quede?

—Hablas como si fuera a decirte que no —él se encogió de hombros. A pesar de tener sus libertades, me gustaba que me tomara en cuenta para este tipo de cosas—. Puede quedarse, no creo regresar tan tarde.

—¿Regresarás con el hombre dispuesto a hacer mucho cardio contigo? —reí sintiendo que me sonrojaba y negué—. ¿Cuándo tendrás S-E-X-O? —deletreó para que Demian no entendiera nuestra conversación.

—No tengo prisa —respondí, era verdad.

No tenía deseos de ningún tipo de encuentro sudoroso y sexual con nadie. Debo admitirlo lo extrañaba. Tenía una vida sexual muy activa cuando estaba casada. Pero ahora, con todo lo que sucedió, comenzaba a pensar que ni siquiera era tan buena en ello.

—Yo digo que deberías tener más citas, no encasillarte solo con él, tal vez alguien más te agrade... tal vez alguien como el hombre al que dibujas en tu estudio —apreté los labios.

Hice como que no escuché su comentario y fuera de casa se escuchó el claxon del auto de mi cita.

—Tengo que irme.

El Corazón de NereaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora