Capítulo 25: Esa obra no tenía otro autor

123 12 0
                                    

25 noviembre 2022

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

25 noviembre 2022

Kailay Real

No era mío, pero tampoco quería que fuera de alguien más.

Su mano recorría mi abdomen deteniéndose en mi entrepierna. Su nariz rozó mi pezón antes de atraparlo entre sus labios. Despertar con aquella sensación era energizante para mi cuerpo cada mañana.

El tiempo juntos me ayudaba a conocer detalles que me agradaba del hombre que me dominaba con placer. Me sentía completa en sus brazos, sabiendo que en cualquier momento volvería el vacío en mi interior.

—Al menos puedes abrir los ojos —susurró contra mi mejilla.

Su voz era música para mis oídos y su olor mi perfume favorito. Atrapó mis labios en un beso que respondí por inercia. Pasé las manos definiendo sus facciones para que se grabaran en mi memoria. Era el sol que salía sin razón, alumbrando el día gris.

Disfruté mi llegada al éxtasis, aferrándome a su hombro. Sabía que era real, pero a veces creía que soñaba y no quería despertar.

—¡Buenos días amor! —. Suspiré entre abriendo los ojos y sonreí cuando sacó los dedos saboreándolos.

—Sabes deliciosa —susurró uniendo nuestros labios en un beso que sabía a mí. — Llevo quince minutos tratando de despertarte —se apartó.

—¿A dónde vas? —pregunté al notarlo medio vestido y ponerse la camisa.

—A trabajar Kailay y es la última vez que me hagas dormir aquí —ronroneó.

—¡Perdona que mi humilde morada no está a la altura de su majestad! —comenté deslizando los pies en el suelo.

—Dormí incómodo y con calor. No quepo en tu baño y, ¿Por qué tu nevera está vacía? —se quejó.

—Pequeña o no, amo mi casa y es lo que me puedo dar —respondí orgullosa. —Y mi nevera está vacía porque nunca estoy aquí y como en la calle.

Suspiró terminando de cambiarse, mientras que arreglaba la cama.

—Hoy regresas a tu puesto y no quiero tregua —decretó medio malhumorado. —En la barra está el desayuno y no llegues tarde.

—¡Si padre! —musité y rodeó mi cintura atrayéndome hacia él.

—No me desobedezcas —advirtió. Puse los ojos en blanco acto que lo encojonó. —No estoy relajando Kailay y recuerda que sigo siendo tu jefe.

—No he dicho lo contrario.

Me coloqué de puntita para alcanzar su boca. Me sujetó de las caderas manoseando mi cuerpo. Profundicé el beso sintiéndolo tensarse.

—Si sigues así me harás llegar tarde —se quejó volviendo a besarme. —Tengo una reunión temprano que no puedo faltar... —mordisqueó mi labio inferior. —pero que quiero faltar.

KAILAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora