Capítulo 27: Indiferente

104 12 0
                                    

 27 noviembre 2022

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 27 noviembre 2022

Kailay Real

¿Cómo uno puede aferrarse a alguien en tan poco tiempo? ¿Cómo puede colarse en el alma desgarrando todo a su paso?

Tomé mi decisión, pero me estaba arrepintiendo. Me hacía falta estar entre sus brazos, que me obligara a comer y me despertaba con placer. Era poco tiempo juntos y ya me había acostumbrado a él. Visualizándolo en cada espacio de mi ser.

¿Quién me mandó a probar si me quería, si nunca lo hizo? Solo lo había alejado.

Era mejor tenerlo a medias, que no tener nada. Sabía que eso solo sería un polvo pasajero, pero no por eso dolía menos.

No solamente estaba tatuado en mi piel sus caricias, lo tenía diseñado en el alma, cosa que nunca olvidaría.

Di vueltas en la cama sintiéndome vacía. Había aprendido una cosa y era que uno tenía que aprovechar el tiempo al máximo.

Dos noches sin él y ya no aguantaba. Me dio insomnio llorando por algo que no existía. Se me fueron las ganas de comer y solo deseaba que estuviera conmigo.

Se iría de viaje, cosa que era peor, porque de seguro podría estar con su esposa. Con quién jamás podría competir.

No era más que un cero a la izquierda en su vida, pero no quería que mirara a otra como me miraba y me aterraba llorar por alguien al que no le importaba.

La almohada me secaba las lágrimas y la sábana me abrazaba quedando en la misma posición fetal.

El sol colaba entre las cortinas, iluminando la habitación.

No quería ir al trabajo. Aunque la paga era buena, necesitaba otro por el bien de mi salud mental. Me desconocía y comenzaba a sentir que daddy God me había abandonado.

Entré en un sueño de paz quedando dormida...

—¿Qué mierdas haces acostada todavía? —tronaron arrancándome las sábanas.

—¡Señor Cribans! —me incorporé rápido con el corazón al mil por segundo.

—Llevo toda la mañana tratando de comunicarme contigo—. Miré el teléfono apagado en la mesita de noche. —Y voy retrasado por tu culpa.

—Dejé todo preparado ayer —murmuré como una niña intentando defenderse de un regaño.

—¿No sabes que tienes que ir conmigo?

—Es que yo creía...

—Yo no te pago para creer —interrumpió exasperado. —Eres mi asistente personal y necesito que dejes tu niñería y te pongas a trabajar.

—Perdón, es que en ningún momento dijo que tenía que ir con usted, como las otras veces supuse que no me necesitaba.

—¿Para qué mierdas te contraté, entonces?

KAILAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora