Acto I.
Pánico, un concepto tan amplio y a la vez tan preciso, podría definirse como el miedo o terror repentino, intenso, fuerte, contagioso y colectivo. Hablando de una forma menos literaria; algo que se puede respirar en el aire, sentir en el ambiente, observar en el comportamiento y que no se puede ocultar de la ventana hacia el alma, vivo en la mirada. Le gustaba mucho el pánico, ver como las personas comunes y corrientes se hundían en su terreno pantanoso y no parecían tener salida alguna. ¿Le gustaba causarlo? Era algo probable, se iba más por el miedo puro y sagrado, pero el pánico era mucho más divertido de presenciar, por su naturaleza caótica e infecciosa, como un virus que llegaba al sistema de los más débiles y muy de vez en cuando, de los que aparentaban ser más fuertes.
Un importantísimo agente de la LSPD había desaparecido en combate, como le gustaba adornar a los cargos militarizados del cuerpo. Vaya por Dios. No era sorpresa la pérdida de los efectivos policiales, ocurría en operativos, secuestros, asesinatos y más, sin embargo, por alguna razón esta vez era de tanta valía y gravedad que causaba pánico.
Esta sensación que comenzaba a cubrir a todos como un manto plúmbeo y mellado era, en cierta manera, placentero de ver, y que lo acusaran como el causante de esta realidad, era responsabilizarlo del acto de locura y amor por el arte de lo perverso de una forma casi romántica. Estaba encantado.
"El excomisario Freddy Trucazo se encuentra en búsqueda y captura por ser el principal cómplice en la desaparición del subcomisario Gustabo García a manos de Armando Grúas".
Eso fue lo último que se le fue informado por parte de su gente y estaba seguro de que para entonces aquel lunático que tenían como superintendente debía estar buscándolo por cielo, mar y tierra. No obstante, el principal cuestionamiento que se podía evidenciar por ambos lados era, ¿Trucazo era en serio culpable? Existían muchas formas de abarcarlo, siendo objetivos y subjetivos, mas, dentro de los planes que podría tener el gallego, nunca estuvo en ellos que el ojiazul se esfumara, es más, por lo que siempre alegó fue por la liberación del subcomisario.
Una vez más, otro concepto interesante de analizar; libertad. La facultad que tiene cada hombre que coloca un pie en la tierra para obrar bajo el libre albedrio. Freddy Trucazo supo en el momento en que sus ojos encontraron la mirada enajenada de Gustabo García que aquel hombre no era libre, ni él ni aquello. Pero él podría brindarle su más sincera y honesta ayuda. Él conocía muy bien las limitaciones de la mente, y cómo estas a veces buscaban abusar de la susodicha, queriendo crecer, escapar. Por mucho tiempo el comisario de Los Santos se ha encontrado controlando lo que quiere huir de su propio subconsciente, con objetivo de acaparar todo de sí. Y si lo ha estado controlando con tanta vehemencia hasta ese momento, era porque tenía una razón de ser. No obstante, el deseo por hallar y presenciar un semejante estaba contrarrestando cada decisión asertiva que se encontró haciendo este último tiempo.
En cierta medida, curioso.
No se podía negar que la curiosidad era algo que destacaba en su personalidad de forma innata, y no había algo que él pudiese hacer para poder mermar este comportamiento, lo único que realmente estaba en sus manos y en sus deseos era despejar cualquier tipo de duda y para ese instante, ya sabía dónde ir para suplir su carencia de conocimiento.
La noche se movía con él y al mismo tiempo era parte de sí, el sigilo lo había aprendido hacia ya mucho tiempo, y desdichados los que tuvieran el desacierto de atravesarse en su camino. Conocía cada barrio, callejón, cada almacén donde podía estar oculto alguien como su objetivo, no podría esconderse de él por más que lo intentara, aunque, en esta situación no tendría razón alguna para rehuir de él.