Si fuera por miedo, ya habría escapado. Si fuera por angustia, mis piernas flaquearían. Si fuera por aburrimiento, estaría durmiendo. Pero no, aquí me tienes: valiente, decidida, intrépida, lista para dejar atrás lo que una vez fui. El tiempo ha caducado para este yo, y nunca he temido enfrentarlo. A pesar de que mis oídos escuchan los fuertes latidos de mi corazón, mi mente me impulsa a seguir adelante; las voces, gritos y susurros de aquellos que lo intentaron antes resuenan en mí. Los tomo como un impulso y avanzo hacia donde la figura blanca me guía.
El sonido de una roca siendo arrastrada me puso en alerta. Reaccioné tarde y fui arrastrada con la roca hacia una especie de llanura. Las ramas me golpearon el rostro y otras partes del cuerpo. Mi buzo de rayas blanco y negro se desgarró en varios lugares, perdí un zapato en la caída, y una gran pila de barro cayó sobre mí. Salí adolorida de allí, pero no me detuve en mi propósito. Toqué mi cabello lleno de barro e intenté limpiarlo un poco. Revisé mi espalda para buscar agua y noté que mi mochila y linterna estaban colgadas en una rama. La luz del sol había desaparecido; quizás serían las siete y cuarto de la noche. No veía mucho y no estaba segura de lo que hacía. La figura seguía ahí, observando cada uno de mis movimientos. Me pregunté por qué podía verla.
—Decisión, debes tomar una decisión —susurraron en mi oído. No veía quién hablaba, no sentía a nadie cerca, pero mi piel se erizó.
—¿Quién eres? ¡Sé fuerte y sal! —grité, un poco aturdida. No vi a nadie. Di un paso adelante pero me tropecé con una rama seca y me lastimé el dedo meñique de la mano izquierda.
—Ves, necesitas mi ayuda. Déjame hacerlo...
—Maldición... aléjate de una vez, ¡no te conozco! —dije, sintiendo cómo la sangre comenzaba a brotar e intentando detenerla con mi ropa.
—Mira por aquí, tengo algo que te ayudará... Estás lastimada y no podrás trepar el árbol donde están tus cosas... Mucho menos regresar por donde caíste...
Puntos blancos trazaron un largo recorrido de luz que, de alguna manera, me brindaba confianza y paz. De reojo miré mis pertenencias y consideré alguna estrategia para atraparlas; la sangre en mi dedo había cesado, pero la herida no me permitiría hacer mucho más. Además, los golpes de la caída me habían debilitado lo suficiente como para poner en riesgo cualquier intento de escalar. Aunque la linterna que llevaba me proporcionaba más seguridad, la creciente luminosidad y el hechizo de los puntos blancos me atraparon, cometiendo así el error más grande del que nadie podría salvarme.
Sin previo aviso, una neblina densa comenzó a rodearme, impidiéndome ver más allá de unos pocos metros. El frío se intensificó y sentí como si múltiples ojos invisibles me observaran. Mis pensamientos se volvieron confusos y el temor comenzó a apoderarse de mí. ¿Qué era esta extraña luz blanca y hacia dónde me estaba guiando?
Intenté retroceder, pero mis piernas se sentían pesadas como plomo. Cada paso que daba me alejaba más de mis pertenencias y me adentraba más en la oscura neblina. Los susurros se intensificaron, convirtiéndose en murmullos ininteligibles que resonaban en mis oídos. Traté de gritar, pero mi voz parecía perderse en la bruma.
Entonces, entre la densa niebla, vislumbré una figura. Era alta y delgada, con un brillo tenue que apenas distinguía sus contornos. Me llamó con una voz suave y melódica, invitándome a seguir adelante. Cada fibra de mi ser me decía que retrocediera, que no confiara en esta presencia desconocida, pero algo en su llamado me intrigaba y me atraía hacia adelante.
Mis pensamientos se volvieron confusos, luchando entre el miedo y la curiosidad. ¿Debería seguir adelante hacia lo desconocido o debería retroceder y buscar otra salida? La decisión pesaba sobre mí como una losa, mientras la figura esperaba pacientemente en medio de la neblina, sus ojos brillando con una luz inquietante.
La neblina se espesaba a mi alrededor, envolviéndome en un abrazo helado que parecía absorber toda esperanza de claridad. La figura continuaba esperando, sus ojos brillando con una calma que contrastaba con mi creciente inquietud. Cada paso hacia adelante me sumía más en la oscuridad, mientras mis pensamientos vagaban en dudas y temores.
—¿Quién eres? —mi voz apenas era un susurro, apenas audible en el silencio cargado de la neblina.
La figura no respondió de inmediato, como si estuviera sopesando sus palabras. Finalmente, su voz resonó suavemente, como el susurro de la brisa entre las hojas:
—Soy aquel que guía a los perdidos hacia su destino final. Pero antes, deben enfrentar lo que yace en lo profundo de sus corazones.
Sus palabras fueron como un eco en mi mente, resonando con una verdad que me hizo estremecer. ¿Destino final? ¿Qué significaba eso? ¿Y qué era lo que debía enfrentar en lo profundo de mi corazón?
La neblina comenzó a disiparse lentamente, revelando un paisaje desconocido y desolado. Árboles retorcidos se alzaban a mi alrededor, sus ramas entrelazadas formaban figuras grotescas contra el cielo oscurecido. El susurro de la figura me llamaba, atrayéndome hacia adelante como un faro en la tormenta, hechizada por la suave esperanza de salir, tal como la bella durmiente.
Miré hacia atrás, buscando alguna señal de mis pertenencias perdidas en la caída. Solo vi una espesa cortina de neblina que ocultaba todo rastro de lo que había sido mi sendero. No había vuelta atrás.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —pregunté con una mezcla de temor y determinación.
La figura se acercó un paso más, revelando rasgos difusos bajo la luz tenue. Un rostro pálido y etéreo, ojos profundos que parecían ver a través de mí.
—Lo que busco es tu verdad más profunda, tus miedos más oscuros. Solo enfrentándolos podrás encontrar el camino hacia tu destino —respondió con solemnidad.
Mis pensamientos se agitaron, luchando con la idea de confrontar mis propios demonios internos. ¿Podría hacerlo? ¿Tenía la fuerza para mirar dentro de mí misma y enfrentar lo que encontrara? La tentación de seguir a la figura era fuerte, pero también lo era el instinto de huir hacia cualquier otra dirección.
Entonces, una ráfaga de viento frío susurró a través de los árboles, como una advertencia sutil del peligro que acechaba en la oscuridad. Me detuve un momento, sopesando mis opciones mientras la figura esperaba paciente.
—No sé si estoy lista para esto —admití, sintiendo el peso de la incertidumbre sobre mis hombros.
La figura asintió comprensivamente, sus ojos brillando con una tristeza que parecía palpable.
—Nadie está verdaderamente preparado para enfrentar sus peores temores. Pero es en la confrontación donde encontramos la verdadera fortaleza —susurró.
Mis pies se aferraron al suelo, indecisos entre seguir adelante hacia lo desconocido o buscar otro camino en este bosque oscuro y misterioso. Entonces, di el primer paso y el agua fría me envolvió, sacudiendo mi cuerpo adolorido y lleno de barro. Pataleé desesperadamente, luchando por mantenerme a flote mientras la corriente me arrastraba hacia lo desconocido. Mis pulmones ardían con la necesidad de aire, y mis manos se aferraban al tronco flotante con todas mis fuerzas.
El sonido del agua rugía en mis oídos, abrumándome con su fuerza implacable. Intenté orientarme en la oscuridad, pero no veía más allá de las sombras que danzaban bajo la luz de la luna. Cada instante se sentía como una eternidad de lucha y desesperación.
El tronco parecía ser mi única tabla de salvación en ese momento incierto. Me aferré a él con la esperanza de que me llevara a algún lugar seguro, lejos de la neblina densa y las figuras que parecían acechar en la oscuridad del bosque. Mis pensamientos se desvanecían lentamente, el cansancio y el frío penetraban en mis huesos, y mis párpados se volvían pesados con el sueño inevitable.
La lucha entre la vida y la muerte se volvía más intensa con cada respiración entrecortada. ¿Dónde me llevaría esta corriente implacable? ¿Había escapado de una situación peligrosa solo para enfrentarme a otra aún más mortal?
El tiempo parecía distorsionarse en la oscuridad y el caos del agua. Dejé que mis pensamientos se deslizaran, permitiendo que el sueño y la fatiga me envolvieran como un manto tranquilizador. La última imagen que recuerdo antes de que la oscuridad me consumiera por completo fue la luna brillando sobre las aguas turbulentas, y la sensación de estar a merced de fuerzas más allá de mi comprensión.
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Galaxia
RandomLa escritura trasciende más allá de la simple plasmación de pensamientos; es la manifestación de vivencias que han dejado huella, un viaje a través de mundos entrelazados. Cada historia, poema, novela, microrrelato y demás obra literaria es como un...