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Fernando manejaba con destreza mientras Cristian ocupaba el asiento del copiloto. Jade estaba en el asiento trasero, su mirada perdida en el paisaje que pasaba rápidamente. El ambiente dentro del vehículo era tenso, cargado de preocupación y anticipación.

-ahora nos dirás qué pasó anoche-, preguntó Fernando en tono serio, su mirada reflejaba una mezcla de preocupación y determinación mientras observaba el reflejo de Jade en el espejo retrovisor.

Jade suspiró, sintiendo el peso de la noche anterior sobre sus hombros. -Para qué mentirles, ni siquiera yo lo recuerdo-, admitió con una mezcla de vergüenza y confusión en su voz.

Cristian se giró en su asiento, una expresión de incredulidad en su rostro. -Carlos me llamó anoche desde el bar, dijo que estabas demasiado ebria, pero cuando llegamos ya no estabas- compartió, con un tono de preocupación en su voz.

Jade sintió cómo el nudo en su estómago se apretaba aún más. No recordaba mucho de lo que había sucedido, solo flashes borrosos de la noche anterior. La sensación de descontrol la invadió, pero trató de mantener la compostura frente a sus leales guardaespaldas.

El auto avanzaba por las calles, el silencio se volvía más denso con cada segundo que pasaba. Jade luchaba por encontrar las palabras adecuadas para explicar lo inexplicable. Sabía que debía enfrentar los eventos de la noche anterior, pero la idea de enfrentar la verdad era abrumadora.

Finalmente, Jade rompió el silencio, su voz apenas un susurro. -Lo siento, chicos. No sé qué pasó anoche-, confesó, su voz temblorosa con la carga de la incertidumbre.

Fernando asintió comprensivamente, aunque su mirada seguía siendo penetrante. 
—No te preocupes, Jade. Estamos aquí para ayudarte —dijo con calma, tratando de infundirle algo de tranquilidad.

Cristian se giró hacia Jade con una expresión de preocupación. 
—De acuerdo, jefa, pero si necesitas hablar o algo, estamos aquí para ti —ofreció, tratando de brindarle un poco de consuelo en medio de la confusión.

El auto continuó su camino hacia el hospital, cada kilómetro marcado por la incertidumbre y la anticipación de lo que vendría después.

Jade observó a su abuelo con cariño mientras entraba en la habitación del hospital. El anciano parecía frágil, pero su mirada aún irradiaba sabiduría y afecto. La presencia de su hermana Nina en la habitación no hizo más que aumentar la tensión en el aire.

—Jade, mi niña, llegaste —dijo suavemente su abuelo, su voz llena de afecto y alivio al verla.

Nina, por otro lado, no pudo contener su amargura. 
—¿Jade? ¿Por qué? ¿Te enteraste del desorden que hicieron en mi casa anoche ella y sus guardaespaldas? ¡Solo porque no acepta que Alejandro me ama a mí! —acusó, su tono lleno de resentimiento y desdén.

El abuelo David intervino con calma, tratando de calmar los ánimos. 
—¿Por qué le haces esto a tu hermana? —preguntó, su mirada fija en Jade en busca de respuestas.

Nina se apresuró a justificar su posición. 
—No es mi culpa. Hemos estado enamorados desde hace un tiempo, y espero que no te opongas a nuestra relación —dijo, con una nota de súplica en su voz.

El abuelo reflexionó por un momento, su expresión seria mientras consideraba las palabras de su nieta. 
—Lo pensaré, pero no sé si aguantaré más tiempo en este mundo —admitió con tristeza—. Decidí que, como no tengo un nieto varón, Jade se quedará a cargo hasta que una de las dos tenga un matrimonio estable y un hijo o hija. Nina, hija, podrías hablar algo de la empresa con Jade a solas.

Nina asintió con una sonrisa forzada y salió de la habitación, dejando a Jade y a su abuelo a solas. La mirada de Jade se encontró con la del anciano, y por un momento, ambos compartieron un vínculo silencioso de comprensión y afecto.

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⏰ Última actualización: Oct 13 ⏰

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