El tiempo no es tan relativo como parece, o quizás sí lo es, o no lo sabe.
La única realidad en la que se encuentra, aún perdido, es en esta constante falta de convicción.
Así es, por primera vez (no es,en realidad, su primera vez, pero su piel lo siente así, sus huesos lo imploran de esa manera) Katsuki Bakugou siente sus convicciones tambalear, su coraje sin avidez.
Dios, mío, es que realmente no sabe en qué momento todo su mundo se vio invadido por un ser totalmente insignificante,《no es insignificante, es Izuku》se recuerda.
Como un simple saludo, habitual.
Así se revuelven sus sentimientos, que por cualquier deidad, haría todo lo posible e imposible para parar lo que el verde provoca en él.
Sin embargo, un Katsuki es inherente a un Izuku. Tal como un Deku a un Kacchan.
Un día común, dentro de la biblioteca lo encuentra, es aquel bandido, que se tropieza en su mente y anarquiza su ser.
—Maldición, Deku. ¿Aún no acabas esa puta tarea?— por supuesto, no podría actuar con normalidad, esa es su normalidad, son un jodido par de raros
—¡Kacchan! Por supuesto que no, lo que sucede— Katsuki toma aire porque sabe que se avecina una torrente de palabrería que tendría más pies que cabeza— es que Ochako-san me había pedido ayuda con la tarea de idiomas y o sea, bien pude negarme, pero dije, tipo, ella es tan buena amiga, sería una pena. Y luego mientras la observaba pude contemplar en primera persona, claro, porque soy mi propia persona, que su poder había aumentado en precisión. Así que no me contuve de preguntarle unas cuentas cosas y actualizar mi cuaderno número #57 de héroes...
Katsuki se pierde en cada una de sus pecas, que para él son como pecados, cada que descubre una nueva, se ve en la reflexión, de caer cada vez más por este sentimiento tan boyante.
Es un neófito, nunca ha amado de esa manera, quizás lo ha hecho desde que lo conoce. Nunca lo sabrá.
Vuelve a tomar consciencia de su conversación con Izuku, cuando este le cuestiona sobre su futura cena.
—¿Quieres cenar conmigo, nerd? — pregunta. Pero para el mencionado, es más una afirmación.
Katsuki no es el único peleado con la relatividad.
Izuku a veces se pregunta si él Izuku de ocho, nueve, diez, el de doce incluso, estarían feliz por este cambio. No sólo su adquisición mágica, sino también este tipo de magia embriagadora que es el estar con Katsuki. Conversar con Katsuki. Nuevamente, por supuesto.
Katsuki para él es tan eterno.
No se encuentra en un mundo sin él.
Su vida, es suya. Obviamente. Pero si Izuku fuera realmente sincero, diría que se pertenecen de una forma fuera del entendimiento de ajenos. Nadie sabría cuánto de Kacchan hay en Izuku y cuánto de Deku hay en un Katsuki. Pero ni él mismo Izuku sabe que hay más de Izuku que de Deku en Katsuki.
Ni siquiera Katsuki podría estar tan seguro.
Después de pronunciar el perdón su alma debería haberse sentido más clara y transparente, sin embargo, aquella claridad llegó con las lágrimas de Izuku, no antes.
Era un llanto distinto. No poseía esa melancolía habitual.
—Katsuki— Izuku lloraba, lloraba tanto que podría llenar ríos y convertirlos en océanos. Pronunciando ese nombre que se sentía tan íntimo en sus labios— Katsuki, claro que te perdonó. Lo habría hecho incluso sin tus palabras. Porque reconozco tu arrepentimiento y lo mucho que has cambiado. — hipaba, se sorbía los mocos y casi se los traga. Sus ojos ya ardían del llanto incontenible, y su piel brillaba por la misma sal de sus lágrimas. — Katsuki, yo estoy tan feliz contigo, inclusive si tú, si tú — con timidez había tomado la mano de Katsuki, que temblaba y añoraba el apodo— si para ti es tan difícil verbalizar esta aceptación. Pero te lo digo en serio, Kacchan, te perdonó y te agradezco brindarme tu amistad— y con coraje lo abraza, como si su vida dependiera de eso. No le interesa ponerse de puntitas, ni lo que significa ese abrazo más allá de materializar de forma simbólica perdón y aquella aceptación.
Que lo libera, los libera.
Ya no son más Bakugou y Midoriya, nunca lo fueron.
Ni siquiera son Deku y Kacchan.
Son simplemente dos almas.Después de aquello, se acercan más de lo común.
Ahora son amigos de esos raritos. De los que no saben separar amistad y deseo.
Porque a Izuku se le suelta la boca y a Katsuki las manos.Sobre cada parte del cuerpo de Izuku quedan tatuajes, de besos, de manos, de roces. Y también en Katsuki, cada palabra azucarada se enmarca en su mente. Y permanece. Y permanecerá.
No saben si les disgusta.
Un día Todoroki le pregunta a Katsuki, sí, a Katsuki, que planea.
—¿Por qué no te metes en tus jodidos asuntos, dos mitades? —.
—Porque Izuku me importa. — El nombre arde en las entrañas de Katsuki, ¿qué derecho tiene de llamarlo por su puto nombre?
Shoto parece imperturbable, pero lo está, este ímpetu sacado del culo no lo ayudaba. Izuku es su amigo, su mejor amigo, su primer amigo. Necesitaba asegurarse que no acabaría lastimado, pero hasta él mismo sabía que era inevitable. El dolor es parte del aprendizaje.
—Mira, Todoroki. Yo amo a Izuku de una manera que no entenderías, no estoy planeando dañarlo como lo hice en el pasado. Quería remediar mis actos y termine embobado— Katsuki no podía creer que estaba perdiendo la dignidad, solo para aclararle a un amigo de Izuku, que en verdad lo amaba. — Me di cuenta, que no planeo hacerle daño y que él tampoco lo hará conmigo. Puedes estar tranquilo. Mantente fuera de esto. Porque solo somos Izuku y yo.
Katsiki se fue dejando a un anonado bicolor.
Su amor era de dos, no de cualquier extra estúpido que supusiera lo mejor para ninguno.
Y eso mismo diría en los votos de su matrimonio.
—¡Kacchan, eres demasiado apresurado! — vocifera un Izuku avergonzado. Ya es presente.
Tiene un par de anillos en sus dedos, apenas jóvenes veintiséis primaveras.
Y no esta para nada arrepentido.

ESTÁS LEYENDO
Tiempo
FanfictionEl tiempo no se desvanece, y los arrepentimientos no son una enfermedad que se cure sola.