Epílogo + Información importante

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Meses despues

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Meses despues

Había pocas cosas que no haría por Bax. Como, por ejemplo, dejarlo. Una vez prometió que, si ese increíblemente hermoso chico ya no lo quería, se crearía una personalidad diferente para enamorarlo de nuevo. Le gustaría no estar acostumbrado, tal vez decir que no lo esperaba, pero la realidad era que su vida no dejaba de dar vueltas y siempre lo llevaba al mismo resultado: si no quería que otros sufrieran por su culpa, tenía que enfrentar los problemas solo.

Comenzó con nada. Aprendió lo que pudo y llegó a los veinticuatros años sin experimentar algo parecido a lo que vivió cuando tuvo que separarse de Bax, su persona, justo en el momento que pensó que su pasado podía quedar atrás. La familia de Bax, sus amigos, lo que había conseguido gracias a William Dimitrov, eran lo más valioso que tenía, y, así como con Bax, había pocas cosas que no haría por alguno de ellos. En realidad, solo una, e iba de la mano con no dejar jamás a Bax: alejarse de él.

Porque su madre no estaba muerta y buscaba venganza.

Porque Viktor Blackhill fue liberado y quería matarlo.

Porque las familias más peligrosas de la mafia italiana le habían puesto precio a su cabeza.

Porque la élite rumana quería reclutarlo como su nuevo matón.

Las primeras tres se solucionaban aceptando la cuarta. Y los líderes de las familias de la élite solo lo querían porque pensaban que no tenía nada que perder. ¿Acaso no sabían que un miserable se aferraba a su último suspiro más que a cualquier cosa? ¿Y que su último suspiro era Basil Dimitrov?

Fue secuestrado, y tuvo un deja vu. Solo que esta vez no era un ruso de casi dos metros quien conducía el auto, ni iba atado de manos y piernas. Esta vez lo capturaron en el barrio más fino de la ciudad mientras se dirigía a recoger a Bax de sus clases en la universidad. Y lo trasladaron en un auto deportivo hacia una mansión de estilo gótico.

"Impuro", lo llamaron. Esas personas con complejo de la realeza de los vampiros. Por primera vez estaba frente a los hombres y mujeres en cuyas cuentas alguna vez echó mano. En su defensa, lo poco que logró robarles antes de ser detectado, eran de significativas como las propinas que dejaban en los parquímetros.

Aún tenía media hora antes de que Bax saliera de clases y no lo encontrara en la entrada del edificio. Ni un solo día desde que regresó había faltado, y en gran parte porque se negaba a que Theo o cualquier otra persona, salvo él, cuidara a Bax.

—Tengo algo de prisa —dijo, apenas los dos gorilas lo soltaron dentro del salón con la mesa llena de las cabezas más pesadas del país—, así que, si sus majestades hablan rápido y me dejan ir, se los agradeceré.

Más de uno le dedicó miradas de asco. Sin duda, un bastardo con una madre psicópata era lo mismo que un fenómeno de circo para ellos, tan abajo en la cadena alimenticia que solo se dignaron a llevarlo a su presencia por causas de fuerza mayor.

ImpurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora