Prólogo

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Argentina, provincia de Buenos Aires, un jueves por la noche...

—¡Fuera de aquí, fenómeno! —una multitud enfurecida grita al joven que acaba de salvar sus vidas— ¡No eres humano, lárgate!.

—Yo los salvé, ¿no están agradecidos acaso? —el joven ve cómo la gente le lanza objetos— Si no los hubiera ayudado, estarían muertos.

—¡Seguro provocaste el fuego para hacerte el héroe! —exclama una mujer mientras sostiene en brazos a su hijo de dos años— ¡Mi hijo casi muere por tu culpa!.

—Su hijo está a salvo gracias a mí, señora —el joven responde mientras ve que el ejército se acerca al lugar— Todos ustedes son malagradecidos y malintencionados. Podría haberos dejado morir, pero no lo hice porque no soy como ustedes.

En ese momento, los soldados se preparan rápidamente para dispararle, y el comandante utiliza un megáfono para llamar la atención del joven mutante.

—¡Ríndete ahora mismo, mutante! —dice el comandante mientras observa que el joven permanece inmóvil— ¡Si no lo haces, abriremos fuego!.

—Fuego, ¿ustedes creen que conocen el verdadero poder del fuego? —en ese momento, las manos del joven comienzan a emanar fuego— Saben qué, he perdido mi tiempo aquí ayudándolos. Ustedes nunca agradecen por lo que he hecho por ustedes. Ha llegado el momento de que vean mi lado menos amable.

—¡Si no se entrega, entonces lo atacaremos! —el comandante deja el megáfono y observa a los soldados— ¡Abran fuego!.

Los soldados comienzan a disparar hacia el joven que volaba gracias a sus alas, pero él rápidamente derrite las balas con el calor que emana de su cuerpo.

—Ustedes lo pidieron —sus ojos violeta brillan intensamente— ¡Escuchen mi llamado, elemento de la tierra, destruye todo!

En ese momento, la tierra comienza a temblar, y la gente empieza a correr por sus vidas. Los soldados no tienen más opción que huir. El comandante toma un arma y dispara hacia el joven, pero las balas son derretidas por él, como antes.

—Un grave error —dice el joven mientras crea una bala de fuego y la lanza hacia el comandante, impactándole en la pierna y causándole un gran dolor— Eso me enseñará a no ser un idiota —luego, observa a las personas corriendo por sus vidas— Ahora, la tierra tomará lo que le pertenece.

Se escuchan gritos tras gritos mientras las plantas crecen rápidamente, obligando a las personas a evacuar sus hogares para salvarse. El joven continúa volando, cumpliendo con su objetivo que tenía en mente desde hace tiempo.

Pero en ese momento comienza a escuchar una voz en su cabeza, lo que interrumpe su concentración y lo hace aterrizar en el tejado de un edificio cubierto de plantas.

—¿Quién eres? —pregunta, mientras continúa escuchando la voz— Sal de mi mente, quienquiera que seas.

—No queremos hacerte daño, Mateo —un hombre en silla de ruedas aparece en el otro extremo de la azotea— Soy el Profesor X.

—Es calvo —observa, viendo al hombre— Mi nombre no es Mateo, es Aether. Así que no vuelvas a llamarme Mateo.

—Sé que debes estar enojado, pero esta no es la mejor manera de usar tus poderes —el Profesor X observa a Aether con confianza— Déjame ayudarte.

—Muchos han dicho eso antes y nunca me han ayudado —Aether permanece alerta— Tú no puedes ayudarme.

—Claro que puedo, soy como tú, un mutante.

—Felicidades por ser un mutante, qué bueno para ti —responde Aether en tono serio— Déjame en paz y seguiré con mi trabajo.

—Tu madre no usaba sus poderes para hacer daño —el Profesor X ve la sorpresa en los ojos de Aether— A ella no le gustaría que te comportaras así.

—¿Conociste a mi madre?.

—Ella era una gran amiga, alguien que me ayudó mucho cuando era joven.

—Nunca lo mencionó, Profesor X.

—Lo sé, nuestra relación no terminó muy bien después de todo —el Profesor X muestra una expresión triste.

—Si tú conociste a mi madre y fuiste su amigo, eso significa que ella confiaba en ti.

—Mateo, ven conmigo y te ayudaré. Quiero construir un mundo donde mutantes y humanos trabajen juntos.

Aether se voltea para ver la ciudad que se estaba transformando rápidamente en una exuberante selva. Él había desencadenado el crecimiento acelerado de las semillas que yacían bajo tierra. Luego, dirige su mirada de nuevo hacia el Profesor X.

—Está bien, iré contigo. Si mi madre estaba asociada contigo, eso significa que estaba de acuerdo con tus ideas. La verdad es que no todos los humanos son malos —Aether levanta su mano derecha, que ya está emitiendo una luz verde— Escúchame, elemento de la tierra, regresa todo a como estaba.

Las plantas comienzan a retroceder, deslizándose de los edificios y casas de regreso al suelo. Las personas observan con alegría cómo la ciudad vuelve a la normalidad y ya no están en peligro.

Después de eso, Aether decide irse con el profesor X. Aunque no sabe qué le espera, confía en que seguir los pasos de su madre al unirse al grupo del profesor X lo lleva por el camino correcto.

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