sábado de abril

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Y aun si tenían una historia detrás, aquello comenzó un sábado de abril.

El calor sofocante tenía muy de malas a MinGi, quien se había visto obligado a formar parte del estúpido equipo de voleibol del estúpido instituto para jugar en los estúpidos partidos de eliminatoria estudiantil.

MinGi odiaba toda actividad física en la que el mundo intentaba encasquillarlo por el simple hecho de ser alto y es que ese metro con ochenta y tres centímetros lucía tan prometedor para el voli o para el básquet, pero ni sus delgados falanges, ni sus manos grandes, ni esas piernas largas de muslos rellenos, contaban con la coordinación y exigencia corporal que implicaban los equipos deportivos.

A MinGi le gustaba la danza, era un amante del baile y sentía que se le daba muy bien, ¿no podía simplemente anotarse al grupo de ballet aunque fuera un chico?, ¿por qué no le permitían audicionar para el club de hiphop y probar el estilo urbano en sus movimientos?

Ah, cierto, porque MinGi era el estúpido estudiante que se hallaba repitiendo curso y sus alternativas dentro del colegio se hallaban condicionadas por los directivos.

El parcial anterior había sido una pesadilla en todo aspecto: la separación de sus padres, el exceso de tareas y su maldito docente de literatura, el señor Yoon, le tenían al filo de un colapso nervioso. MinGi recuerda lo abusivo que era el docente con los proyectos que les asignaba, lo minucioso que se ponía al momento de calificar y aun si era consciente de que aquel hombre odiaba a sus alumnos sin excepción, algo le decía que había un asunto en particular con él que despertaba todo mal genio del adulto.

"Señor Song, deje de mover las manos."
"Señor Song, no se muerda las uñas, qué terrible hábito."
"Señor Song, es increíble que a sus diecisiete años no logre redactar un informe decente."

MinGi se sentía juzgado, observado e inquieto cada que ese hombre canoso de complexión robusta pisaba el aula y un día simplemente no lo soportó más.

Sus exámenes habían sido un fiasco y en la entrega de tareas no le estaba yendo bien. MinGi necesitaba una nota mínima para no reprobar la materia y esperaba que el ensayo final pudiera otorgársela. Había dedicado la noche entera a investigar y escribir, seguro de que lograría obtener un siete. Pero claro, la suerte era poca y tras haber recibido un señalamiento anulatorio por usar bolígrafo de tinta negra en lugar de azul, MinGi se desplomó en los cubículos del baño de chicos, sollozando entrecortado mientras el pecho se le estrujaba.

Sus padres discutiendo, los deberes aumentando y la sonrisa socarrona en la cara de ese adulto... Tantos recuerdos desagradables colisionando en su cabeza mientras se abrazaba a sí mismo sobre el suelo del sanitario.

Si no hubiera sido por él...

MinGi apretó los ojos, conmovido y un poquito aliviado. Se restregó la frente con el antebrazo y echando lejos esos recuerdos, se permitió suspirar.

Ya, ya había pasado.
Ya había terminado.

El profesor Yoon fue despedido, sus padres dejaron de hostigarle y la psicóloga de la escuela autorizó un justificante clínico para que el muchacho tuviese ciertas consideraciones en cuanto a sus tareas debido al colapso nervioso al que su ansiedad no tratada le había orillado.

A pesar de ello, la estúpida materia de literatura seguía reprobada, no existía modo de cambiarla en el sistema y la plataforma escolar reflejaba la asignatura como suspendida, así que consideraciones y todo, MinGi tenía qué repetir el año para remediarlo.

No le gustaba continuar en el instituto estando a punto de cumplir sus diecinueve, mucho menos si para conseguir la nota aprobatoria debía integrarse en algún paraescolar deportivo.
Quiso rendirse y tirarlo todo pero... rayos, necesitaba el jodido papel que acreditara su bachillerato para poder aplicar a la universidad el siguiente año.
Aun si se retrasaba más, MinGi de verdad quería hacer una carrera en el área de humanidades, las ramas de arte y cultura llamando su atención.

Sábado de abril • [YunGi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora