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Cuando tenía 20 años y vio por primera vez a esa linda chica en la biblioteca, nunca se imaginó que las cosas terminarían de la forma en que lo hicieron.

Tampoco cuando meses después de cumplir 24, esperaba en el extremo superior del lugar con las manos temblándole y lágrimas recorriéndole las mejillas al verla caminar en su encuentro con el vestido blanco más hermoso que había visto en su vida.

Mucho menos aquella cálida noche de abril cuando apretó su mano y acarició su frente sudorosa, para segundos después sostener en sus brazos a esa pequeña vida que acababa de ver la luz por primera vez.

La segunda vez que estuvieron en esa situación, había algo diferente pero ninguno tenía el valor para decirlo en voz alta, al ver a esa pequeña bebé de llanto fuerte y manitas errantes, ambos supieron que se esforzarían para darle la mejor vida, juntos.

No funcionó.

13 años habían pasado desde la primera vez que sus vidas cruzaron caminos y 2 meses desde que se separaron formalmente.

—¡Papá! —demandó la más pequeña sacándolo de su nube de pensamientos. —¿Entonces sí? —su voz era impresionantemente clara para tener nada más 4 años.

—Sí YeSeo, iremos al parque, pero cuando terminemos de desempacar las cajas de la ropa. —respondió comiendo un poco de la fruta en su plato.

La casa todavía no estaba completamente amueblada y el desastre de todas las cajas hacía difícil la tarea de caminar. Según la compañía de transporte los sofás llegarían al siguiente día, únicamente había desenvuelto una silla, así que él estaba sentado en ella y las niñas en la isla de la cocina mientras compartían un plato de fruta fresca.

—No habla del paseo, papá. —respondió esta vez DoAh, la más grande. —¿Dónde tienes la cabeza? Debes prestar atención. —utilizó esa pregunta que era habitual en su madre.

—Lo sé, discúlpenme. —miró a las niñas, sonrió completamente embelesado con lo inteligentes y hermosas que eran. —¿A qué te referías, YeSeo?

—¡Un cachorro! —respondió con euforia y la boca llena de fresas.

—Ya hablamos de eso. —le apartó el cabello de la cara a la niña y se llevó una fresa a la boca.

—En la otra casa dijeron que no podíamos porque era muy pequeña y además mamá era alérgica, pero ahora no está mamá y aquí es muy grande nada más para nosotros tres. —la de 6 años habló con una naturalidad que era casi envidiable.

Para JiWoong aún seguía siendo un tema escabroso, sabía que a la larga resultaba lo mejor para todos, pero eso no quitaba el hecho de que le atormentaba que las pequeñas crecieran sin una figura materna. Aunque aún más agónico había sido el sentimiento que le atacó cuando en los acuerdos se habló de la custodia de sus hijas, pensar en tener que alejarse de ellas fue sofocante y tan mortificante como dejar de respirar.

JiWoong sabía que a esas alturas lo único que podía hacer era esforzarse por ser el mejor padre, pues ellas lo merecían.

—No lo sé. —dijo al fin. —Tener una mascota es una responsabilidad muy grande, no creo que estemos listos.

Las decepción tiñó esos rostros con mejillas abultadas, algo dentro del pecho del mayor se inquietó.

Sabía que todo esto debía ser agobiante para ellas. La separación de sus padres, el cambio de casa, ciudad, de escuela y guardería, sus amigos y abuelos habían quedado atrás, nada de eso podía ser fácil.

Reconocía que para él todo era tan complicado, aún siendo un adulto y contando con relativa capacidad de gestionar sus emociones; no podía ni imaginar cómo sería para ellas que estaban aprendido a vivir, que sus rutinas y todo lo que conocían les fue arrebatado de un momento a otro.

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⏰ Última actualización: May 21 ⏰

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