La tarde estaba calurosa, estaba mirando a la ventana y esperando inspirarme para mi siguiente novela, y poder terminarla y no dejarla a medias como las ultimas veces, me he puesto a teclear sobre mi portátil. Y al mirar a esas personitas corriendo de tras de una pelota, verlos y afirmar que, cuanta felicidad existe en sus mundos y saber que al pasar de los años van a ir creciendo hasta ser un adulto, si así lo podemos llamar, para ser responsables, educados y generosos, esto último me pareció gracioso. Generoso, vaya que sí, porque existe cada persona, que debería ser agradecido que, por mi generosidad no lo haya matado.
Pero es mejor dejarlos que crezcan y que disfruten de esos momentos, porque mañana será historia.
Pensar que un día fui una niña, jugaba, corría, gritaba y sobre todo imaginaba tantas cosas, desde ser bailarina hasta ser mamá. El tiempo pasa rápido, que tonto pensar que desde pequeños queríamos ser grande, y ahora solo nos queda decirles disfruta de tu tiempo para jugar y tu tiempo para aprender, mañana estarás agredido. Fui una niña de casa, crecí con papá y mamá juntos, claro como todo matrimonio a la "antigüita", si de esos que la mujer dedicada al hogar y el hombre a sus labores. Pero ellos siempre presentes, mi madre dedicada a sus responsabilidades como mamá atendiendo las tareas del hogar y las tareas escolares, y como mujer, porque igual tenia una vida social, no de esos eventos de caridad, ni nada que le parezca. Tener de amigas a las vecinas, ir a jugar vóleibol con ellas o ejercitarse junto con ellas, era igual vida social, humilde nada de pretensiones. Por otro lado, esta papá, hombre de la casa, el proveedor, es lo que con lleva su rol en la casa y por otro lado estaba hacerla de papá, porque no todo era mamá, el siempre nos enseñaba, hasta donde su paciencia podía, jugaba con nosotros hacernos caballito, creo que esa sería la razón de sus dolores de espalda. Todo matrimonio no es perfecto pero el de mis padres lo es para mí, siempre salían juntos adelante para darnos una vida estable, que se sostiene con muchos huevos, pero estable, al fin y al cabo. Sus dos hijos terminaron la universidad, hasta donde fueron las ganas de sacarnos adelante juntos. Fuimos dos, mi hermano, que últimamente se ha propuesto a quitarme el puesto como la mayor. Estoy orgullosa de la persona que es, que lo que se propone lo hace, y no planificado, él no conoce de tiempos, pequeño defecto de él siempre llega tarde a sus citas. Para mí siempre será el mayor, aunque me lleve tres años.
Y yo, Iliana, la rebelde, la mayor, que actúa como si aun tuviera quince años, la que, por amor hacia locuras, la soñadora. A la que le han visto la cara no se por cuanto tiempo. La que está aquí sentada mirando a esos niños, que me hicieron recordar que también tengo dos hijos y que no han llegado de con su padre. Miro el reloj, las seis de la tarde, no ha sonado el teléfono. Me pareció una eternidad cuando Maximiliano entra eufórico por la puerta.
- Mamaaaaaaaá- gritaba tan fuerte que me brinqué del susto.
- Que sucede cariño- me levante de mi sillón preferido en toda la casa - Camila me anda molestando, anda diciendo que yo soy adoptado- me dijo mientras me abrazaba a las rodillas.
- Max - lo sostuve por las axilas para poder cargarlo -mírame, cariño - sus ojos estaban por derramar sus pequeñitas lagrimas - que bellos ojos tiene mi niño - le decía mientas que con mi dedo pulgar le limpiaba la primera que había derramado - esos ojitos no deben llorar, por mentiras, mírate, mi amor, eres igual a tu padre cuando era pequeño, esos ojos grises tan bellos, tu hermana ha tenido mal día, solo lo decía para hacerte molestar y lo logro. - Camila estaba entrando por la puerta, con la cabeza baja dando marcha hacia las escaleras.
- Porque le haz dicho eso a tu hermano - le dije mientras sostenía a Max en mis brazos, y le reprendí - ve a tu habitación, enseguida voy contigo.
- Está bien mamá - no levantó la cabeza y arrastrando los pies, llegó hasta las escaleras - Por cierto, papá, ya me regañó - me dijo mientras caminaba sobre las escaleras.