Capitulo 7

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Estaba empezando a entender la manera de funcionar de Kara. Acomprender cómo podía excitarme con una sola mirada y conseguir que memuriera por sus caricias con sólo decir una sencilla palabra o una frase.
Como en ese momento, mientras la esperaba en su cama. Me estaba volviendo loca y ni siquiera estaba en la misma habitación que yo. La cena había sido un preliminar largo e interminable. Verla comer pasta, observar cómo deslizaba los dedos por la copa de vino...

Todo eso me había dejado tensa, preparada y casi suplicante.

Y ni siquiera me había tocado.

Entró en la habitación con paso lento y decidido. La luz de las velas leiluminaba sus pequeños  pechos y le oscurecía los ojos. En silencio, se dirigió a los pies de la cama y levantó un grillete.
La parte racional de mi cerebro me susurró que debería tener miedo. Debería estar gritando « sol rojo » hasta quedarme afónica. Debería salir corriendo de aquella casa y alejarme de aquella mujer que tenía tanto control sobre mi cuerpo y sobre mí.

Pero en lugar de huir, observé con tensa excitación cómo me encadenaba ala  cama con los brazos y las piernas en cruz. Luego me habló con su suave y seductora voz:

—No iba a hacer esto esta noche, pero me he dado cuenta de que aún no lo has entendido bien. Tú eres mía y tienes que hacer lo que yo te ordene y comportarte como yo te diga. La próxima vez que me vuelvas a hablar de esa forma tan irrespetuosa, te azotaré. Asiente si meentiendes.Asentí e intenté que no se notara lo mucho que me excitaba la idea.

—Mi última sumisa podía conseguir que me corriera tres veces en una noche
—me dijo y yo me pregunté por un momento si estaría hablando de la ella—.
Quiero que intentes llegar a cuatro.

¿Cuatro? ¿Eso sería posible?
Se sacó un pañuelo negro del bolsillo—Y quiero que estés completamente a mi merced.

Inspiré hondo. Podía hacerlo. Eso era lo que yo quería. Miré fijamente sus ojos Azules, pero cuando me puso el pañuelo negro sobre los ojos, ya no pude ver nada más.
Oí el lento sonido metálico de una cremallera y supe que se estaba quitando los pantalones. Estaba tan desnuda como yo. Se me aceleró el corazón.

Dos enormes manos empezaron a acariciarme los hombros y se deslizaron suavemente por mis costados. Pasó junto a mis pechos sin tocarlos y trazó un círculo alrededor de mi ombligo. Uno de sus dedos siguió bajando y jugueteó con mi entrada. Yo gemí.—¿Cuánto tiempo hace, Lena? —preguntó—. Contéstame.
¿La última vez que había practicado sexo?
—Tres años.
Esperaba que no me preguntara el motivo. Por fin estábamos las  dos desnudas en su cama y en ese momento no quería recordar que ninguno de mis anteriores parejas había conseguido satisfacerme.

Su dedo se internó de nuevo en mi abertura y cuando ella se acercó a mí, noté cómo se hundía la cama.
—Aún no estás preparada. Tienes que estar lista, porque, si no, no podré follarte todo lo fuerte que quiero.

Oí que se apartaba y entonces noté su boca sobre mi cuello: dibujó un camino de besos hacia abajo que lo condujo hasta mi pecho. Con la lengua, me recorrió un pezón y sopló con suavidad. Luego cerró la boca sobre él y succionó, al mismo tiempo que hacía rodar la lengua por la punta. Cuando me rozó con los dientes, se me escapó un jadeo.Se desplazó entonces hasta el otro pecho y empezó a chuparlo suavemente,pero poco a poco fue aumentando la intensidad hasta que fue demasiado. Me arqueé hacia ella sin vergüenza. Si seguía por ese camino, conseguiría que me corriera sólo con su boca. Prosiguió con el asalto a mis pezones al mismo tiempo que deslizaba una mano hacia abajo. Presionó con brusquedad y se fue abriendo camino por mi cuerpo hasta mis piernas separadas, abiertas, esperándola. Sus dedos me frotaron con aspereza y me apreté contra ella: necesitaba fricción,necesitaba algo.

LA SUMISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora