III - Guardian del Rey

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Al día siguiente el culo de Jisung ardía.

El monarca estaba complacido sobremanera. No había contado con la dimensión del cazador, pero definitivamente habría repeticiones.

Tal como prometió, en seguida concedió a Minho el derecho de elegir su arma de su bóveda real. Esa misma tarde, el montaraz adquirió no solo un par de hachas de corto alcance, sino un arco, flechas, hombreras y un cinturón especial para carga de municiones.

Así, el primer día aquel esclavo fue ascendido a escolta explorador para el reino de Gales, que motivó mucho rencor en otros súbditos que llevaban años queriendo obtener el favor de los monarcas, sin embargo, tampoco podían sorprenderse de las jugadas y atajos que el príncipe Jisung hubiera empleado. Era obvio que el imprudente joven tenía favoritismo con el cazador.

Minho por su parte, se alejó de las cocinetas para mudarse a los cuarteles que compartían los exploradores olorosos y detestables que solo sabían emborracharse y follar con putas. Su bienvenida a esos cuartos no fue amable: tuvo que pelear contra seis esperpentos y soportar una golpiza de los "líderes" para ser tolerado. No era nuevo para él esa clase de ritos de iniciación, aunque le tomó algunas semanas aclimatarse al humor y forma de trabajar de los exploradores, pero nunca faltó a sus deberes, llenando los platos de codornices, patos y liebres cada noche.

Tampoco faltó a su compromiso de continuar complaciendo al príncipe.

Los horarios y acuerdos se habían hecho más sencillos de entender conforme pasaban las semanas: cada vez que el monarca mencionaba en voz alta "hoy tendré un banquete privado al anochecer", o "tomaré mi cena en mi habitación", o "Belle ya terminó de destilar las esencias lavanda, llévame un par en la noche para dormir" en cualquier sala donde ambos estuvieran presentes, Minho sabía que debía retirarse del recinto y dirigirse directamente a la cabaña, no importaba si al final Jisung no arribaba, él debía esperar pacientemente.

Esa noche no era la excepción.

Se encontraba sentado en un banco de madera, conservando solo su pantalón de piel como ropa. Así solo debía invertir tiempo en desnudar a Jisung cuando se presentaba ante él. Habían pasado unos veinte minutos antes de que el monarca abriera la puerta.

— Bien, ya te has retirado esas molestas prendas — dijo el galés, caminando hasta él.

A pesar de la diferencia de alturas, el montaraz sentía que la sola presencia del lord
controlaba todo.

一 Entonces...

— ¿Entonces?

Jisung colocó una mano en medio del perfecto pecho del otro. — Mañana es mi coronación.

El rey Changbin IV tenía un escaso mes de haber fallecido por una enfermedad dermatológica, la cual seguía sin discernirse si correspondía a lepra u otro mal. Como fuera, el príncipe no había mostrado signos de luto por el finado rey. El cazador sabía que la relación entre ambos no había sido conveniente últimamente.

— Quiero que estés presente — ordenó.

— ¿Yo? Imposible. Conozco los protocolos y sería una insolencia que un plebeyo entrara.

— Podrías ingresar si fueras aspirante a guardián del rey.

Minho abrió sus párpados, incrédulo. — No. No puedes pedirme eso.

— ¿Te estás negando a una orden?

El cazador retrocedió un par de pasos. No temía el trabajo, ni la envidia sarnosa del resto de la servidumbre; temía algo más que le impedía pensar con claridad cuando se trataba del monarca.

Esclavo - Minsung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora