Había pasado un día desde que habían sido atacados durante la cena realizada para que el Kazekage y la chica de la familia Höki. La chica, junto a sus padres, pasaron la noche dentro de la residencia del Kazekage, solo por seguridad, y marcharon a su casa a la mañana siguiente.
Gaara llevaba despierto desde antes del amanecer. De hecho, él mismo dudaba de haber dormido algo esa noche. Como una rutina, se quedó en su cuarto, dedicando parte de su tiempo a los cactus y mirando por la ventana. Suna estaba despertando en ese momento. Los tenderos extendían sus puestos y colocaban las ofertas del día allí donde más posibilidades hubiera de que alguien las viera.
El Kazekage suspiró y empezó a vestirse. Sus recuerdos todavía estaban atascados en la cena de la noche anterior, en la corta conversación que había mantenido con Hakuto. No tenía ninguna experiencia así para compararla, pero creía que no le había ido tan mal. Al menos, la chica había sonreído unas cuantas veces a lo largo de la velada. Gaara confiaba en que eso era buena señal.
Estaba seguro de que Temari hubiese querido hablar con él sobre cómo debía haberse comportado y hablado, pero el repentino ataque no le había dejado tiempo para ello.
El pelirrojo había acudido a su despacho sin desayunar, dispuesto a empezar con el papeleo del día cuanto antes. Aquella rutina, por cansada y repetitiva que fuese, lograba despejar sus pensamientos.
En un par de ocasiones a lo largo de la mañana, Kankurou lo interrumpió para informarle de futuras reuniones o traerle más papeles que firmar. Afortunadamente, la reunión planeada para hablar de la noche anterior se suspendió y pospuso por tiempo ilimitado. Gaara llevaba bien lo de ser Kazekage; podía hacer frente al papeleo, las reuniones, la asignación de misiones y todo aquello lo que ser un Kage suponía. Pero no le apetecía hablar sobre la primera cita -si podía llamarse así-, que había tenido con los miembros del consejo. Incluso a él le resultaba incómoda la idea.
Para su sorpresa, se encontró volviendo a casa a la hora de comer. Normalmente comía en su despacho o dentro del edificio del Kazekage, pero aquella mañana había adelantado suficiente trabajo como para volver a comer. Cuando atravesó la puerta principal, su hermana también se sorprendió.
-Gaara, ¿qué haces aquí? -preguntó Temari mientras salía de la cocina.
El chico se deshizo de la capa blanca que llevaba y se descalzó en la entrada antes de responder.
-He terminado pronto.
Aquellas palabras fueron más que suficientes para su hermana. Esta regresó a la cocina y siguió con la labor de preparar la comida. Sí, en contra de lo que cualquiera pudiera pensar -Shikamaru cometió ese error una vez-, Temari sí sabía cocinar. Y admitía que se le daba bien.
Mientras la mayor de los tres hermanos cocinaba, Gaara dudó un momento qué hacer; llevaba mucho tiempo sin comer acompañado. Finalmente, acabó sentándose en el sillón del salón, frente a la televisión, pero dirigiendo su mirada a la ventana tras esta. En la calle, al otro lado del cristal, un hombre regalaba un ramo de flores a una mujer, quien, con una sonrisa, se lanzaba sobre él y le besaba. El pelirrojo meditó unos segundos sobre aquella escena –no era la primera vez que veía algo así-, se levantó y caminó a la cocina.
Observó a su hermana caminar de un lado hacia otro antes de pronunciar palabra. Mentiría si dijese que la kunoichi no estaba de mucho mejor humor desde que salía con el chico del Clan Nara. Shikamaru. Su futuro cuñado. No hacía mucho que Temari le había dado la noticia, y los detalles sobre el matrimonio y sus consecuencias aún tenían que pulirse. No obstante, su hermana estaba más contenta. Y peleaba menos con Kankurou. Eso ayudaba mucho a disminuir sus dolores de cabeza después de un día de papeleo.
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Esos pequeños detalles
FanfictionPrimero, aviso que no me he leído Gaara Hidden, pero estaría situado tras la cena que Hakuto y el Kazekage tuvieron. Perdonad si algunas cosas no cuadran o queda un poco OCC; es la primera vez que uso estos personajes. Después de aquella tensa cena...