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—¡Cariño, estoy en casa! — avisó su llegada una vez cerró la puerta de su cálida casa

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—¡Cariño, estoy en casa! — avisó su llegada una vez cerró la puerta de su cálida casa. Esperó que la voz que amaba escuchar le respondiera, más no sucedió.

Sólo pudo oír el ladrido de bienvenida de su cachorro Bbama y los maullidos de sus mininos que le hicieron sonreír, se agachó para sentarse sobre el suelo y dejar que sus hijos de cuatro patas se le acercaran, lamiendo y mordiendo a modo de juego.

Luego frunció su ceño, extrañado de no oír nada más, como si la casa estuviera vacía. Y eso no era posible pues su esposo trabajaba desde casa y muy raramente salía, si la causa era de mucho peso. Además de que siempre le avisaba cuando lo hacía.

Dejó todas sus cosas donde debían estar y subió las escaleras que daban al pasillo de las habitaciones donde, en el fondo, también se encontraba la oficina de su esposo y al lado estaba el suyo propio.

Se acercó silenciosamente a la puerta, pegándose a esta para escuchar si algo ocurría detrás de ella. No escuchó nada así que abrió con lentitud, encontrando la magnífica figura de su bello esposo dándole la espalda.

Traía puesto un pantalón de vestir ceñido perfectamente a sus caderas, apretando y resaltando los lugares correctos, terminando suelto en la parte de sus esbeltas piernas. En la parte de arriba, tenía puesto una camisa blanca sin ninguna arruga que estaba exquisitamente pegada a su cuerpo gracias a un corset negro que rodeaba su fina cintura como una segunda piel.

Simplemente, una obra de arte. Aunque estuviera de espaldas.

Lee sonrió, enamorándose nuevamente de aquel ser de luz que llegó a su vida para darle color, risas y mucho mucho amor con besos, abrazos y otras cosas más que no debía pensar en ese instante si no quería que su parte inferior cobre vida.

Quedándose a su lado para siempre mediante una promesa eterna y una firma.

El anillo que brillaba en su dedo era la prueba del amor profundo que le tenía; y él no podía estar más agradecido con la vida por tenerlo a su lado.

Lee JiSung era su razón de seguir viviendo.

Sin embargo, su sonrisa cambió a una mueca, decepcionado, al ver que ni siquiera el otro había notado su presencia. Suspiró y cerró los ojos por unos segundos, para luego abrirlos y reemplazar su expresión por su sonrisa nuevamente.

Caminó con calma hasta quedar detrás de JiSung, sorprendiéndolo cuando rodeó su delicada cintura con sus fuertes brazos, encerrándolo en un abrazo, enterró su rostro en el cuello del otro, aspirando profundamente esa fragancia que lo volvía loco y que lo dejaba con una sensación de adormecimiento, como si estuviera drogado.

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⏰ Última actualización: Sep 04 ⏰

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ᚗ 𝙒𝙤𝙧𝙠 ᵐⁱⁿˢᵘⁿᵍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora