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VIOLENCIA ANIMAL. 

Supo que estaba de vuelta cuando oyó el crujido de la puerta al abrirse, la madera vieja, el sonido de sus botas húmedas en barro resonó en su mente como un disparo. Y lo intentó, diablos que lo intentó, pero no pudo cerrar los ojos ante él, no. Su mirada se levantó al igual que un pecador mira el cielo un minuto antes de ser asesinado, y él, no sabía si su mirada era buen augurio. 

—Por favor, por favor... Suéltame, te lo ruego por favor—sollozó desde la silla, sentía la sangre chorrear por sus muñecas, el alambre clavarse en su carne con fuerza—. Yo... Por favor... Ya no sigas. 

Lo vio desde la punta de la cabaña, con esa ropa raída, rota, y con el aroma a hedor sangriento en ella, la putrefacción del lugar le mareaba, le dolía los tobillos sujetados. Él no entendía la situación, no entendía la manera en la que actuaba, no buscaba entender el por qué lo quería a él y sólo a él, y eso le aterraba, le asustaba el no poder llegar con vida cada que esos ojos le veían de frente. La máscara tapaba el rostro, no dejaba ver las facciones del homicida lunático que acabó con todo en tan poco tiempo. Con el cabello negro alborotado, grasoso y empastado, con el cuerpo viril y enorme, grandes brazos, gran abdomen y buenos músculos, siendo gobernado por un sádico que sólo pensaba en asesinar. Se acercó y su respiración se volvió irregular. 

La máscara tenía un gran tajo encima que atravesaba el rostro de forma limpia. Sus labios temblaron y juró no respirar al momento de sentirlo cerca, no podía, cerraba los ojos tan fuerte para no llegar al límite de orinarse en sus propios pantalones. Sintió el calor del cuerpo que se acercaba, el olor a sangre putrefacta, a tierra mojada y a pino. Intentó apartar el rostro, inclinó la cabeza y fue el mero error para sentir la húmeda lengua abrazar su mejilla izquierda. Sus manos lucharon contra los alambres que lo ataban. Su cuerpo se zarandeaba por impulso para no dejar que se acercara, se negaba a ser tocado por aquél asesino. Un tirón de cabello hizo que soltara un grito de sorpresa, su cabeza fue jalada hacia atrás y su cuello y manzanilla quedaron expuestas a aquella monstruosidad de persona. Las lágrimas lo acompañaron esta vez. 

Sintió el mordisco suave en él, dio un salto en su silla y abrió la boca suspirando. Removió la cabeza asustado al sentir los dientes clavar la carne de su cuello. La piel se rompió en un segundo, rápido, y traspasaron limpiamente penetrando lo blando de esta. Gimió de dolor al no poder gritar, su cuerpo se estremeció y perdió fuerzas, sus brazos no le respondían y sentía cosquillas, sus dedos se entumecían y lo único que llegaba a obedecer eran sus labios, que al menos, hacían el mero intento de gritar para desahogar lo que sentía. La sangre le chorreó hasta el cuello y los labios se separaron, lamieron y fueron bajando lentamente a sus clavículas, fueron mordidas hasta que cambiaron a un tono rosado y rojizo. Abrió los ojos, y quedaron asombrados al ver a su monstruo en rostro completo, sin máscara que lo ocultara de la verdad, sin esa máscara que le robara su identidad. La mitad de su rostro izquierdo era irrumpido por una piel achicharrada, quemada e irritada, una gran cicatriz ocupaba la mejilla entera y los ojos carecían de expresión alguna, con los labios repletos de sangre suya. 

Fue bajando, y sintió las manos frías, sucias en sangre seca de aquel hombre levantar la camisa rota y mugrosa que traía. Su estómago plano quedó a la vista con la delgada cadera de un chico normal de dieciocho años, la piel blanquecina se presentó, desabrocharon el pantalón y sintió el toque suave de los labios besar, el frío líquido rojo de la sangre le chorreaba y manchaba su cadera y cintura, hasta que los dientes marcaron la pelvis con fuerza e hizo que ahogara un grito fuerte, se impulsó hacia adelante, y las manos lo soltaron para después tomarlo fuerte de las caderas para volver a morder con fuerza, chupando con la lengua después de hacer tal acto de crueldad en su piel, succionándola, estirándola con los dientes y rompiendo todo con fuerza. 

Sus manos estaban tan inquietas que dolía, el alambre le rasgaba la carne de las muñecas y juraba que ya se encontraban en carne viva de la desesperación. Sus tobillos estaban en igual estado y pocas partes de su cuerpo se encontraban lastimadas o rasguñadas, había tenido la suerte de sobrevivir de esa masacre caníbal de la que fue espectador. Había sobrevivido y se encontraba aquí, en la cabaña de un lunático, siendo mordido a tal punto de sentir cómo desgarraba su piel sin piedad alguna. 

—D-detente, por favor... —rogó, demasiado bajito. El hombre lo miró a los ojos, las pupilas estaban dilatadas, tan negros, tan oscura mirada—. Déjame ir por favor... ya para. 

—No quiero parar—confesó a voz dura, un escalofrío recorrió su piel. Su voz era demandante, ruda y muy grave—, Te quiero aquí. 

Se abrazó a sí mismo con la mirada seria puesta en él, lágrimas salieron de sus ojos con rapidez. Negó con la cabeza. Lo vio subirse la manga de ropa, y el antebrazo de piel bronceada se mostró suave y poco sucia ante él, lo vio claramente llevar sus labios a la carne de su brazo y romperla con fuerza, la sangre cayó como un río por aquella piel y este lamió y recorrió con su lengua todo líquido rojizo, cerrando la boca. Quedó en silencio, temblando y aterrado al verle. 

Mucho más, incluso, cuando lo vio aproximarse nuevamente a su pelvis, y chupar la sangre de la herida que había provocado. Se sintió extraño cuando succionó el líquido de su cuerpo, levantó sus caderas buscando relajarse, su respiración se aceleró al sentirse débil y sus ojos bajaron para ver el acto, sus ojos negros, sus labios, la sangre. El vómito parecía rozar su garganta. Y cuando se alejó, prefirió mil veces ser mordido en todas partes a aceptar lo que estaba ocurriendo en ese preciso instante, la lengua sabor a hierro de aquel hombre se metió en su cavidad bucal con fuerza, la sangre chorreaba de las puntas de ambos labios y lo que quedaba se traspasaba a la boca de su víctima, este se zarandeaba y chillaba, sollozó con más fuerza mientras mordían sus labios hasta desgarrarlos, como si fuera un mero acto placentero, y lo sintió, sintió sus toques lentos, pacientes, malditos, tan aterradores que no pudo responder a nada. Todo se volvió blanco, negro, rojo. 

Todo se volvió él. 

Una vez más agradezco a @Hunter_and_Yuki por permitirme adaptar su historia. 💜

Vɪᴏʟᴇɴᴄɪᴀ Aɴɪᴍᴀʟ ↬ 𝙺𝚊𝚒𝚂𝚘𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora