diez

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Se sentía ligero, su cuerpo estaba tan cansado que cada músculo flotaba en un trance lejano, dejando sus energías en el suelo. Sus ojos eran pesar más, como si fueran a estar pegados entre sí, los párpados le ardían y sentía los lagrimales pegajosos salir de ellos. Ladeó la cabeza cansado de repente, llevó una de sus manos al rostro suspirando con pesar. Se volvió, y vio a su lado las sábanas revueltas donde observó a Kai por última vez.

Escuchaba ruidos en la otra habitación, aquella donde había estado los primeros meses cuando aquél lunático solía arrancarle la piel con los dientes, donde lo único en mente era ver sangre, dolor y sufrimiento de su parte. Esta vez Kai lo dejó dormir en su cama, en estas sábanas blancas, limpias y suaves. En un lugar que no olía a putrefacción y a tripas de conejos descuartizados.

Se levantó de la cama, apoyando su peso por completo en una pierna, mientras que la otra descansaba. KyungSoo se miró, la piel parecía seca, sin embargo esta empezaba a cicatrizar la carne abierta y húmeda, se sostuvo de la pared y empezó a dar saltos hasta llegar a la sala principal.

El olor a sangre coagulada y podrida llenó sus fosas nasales, se dejó apoyar por el marco de la puerta, con una mueca horrible en el rostro. Sus ojos viajaron a la bolsa de caza que Kai solía tener, pudo ver las tripas y el interior negruzco y cubierto de gusanos de tres ardillas adultas. Las moscas merodeaban en la muerta piel y los gusanos blancos se retorcían entre la sangre negra y cubierta del aroma a muerte.

-Cachorro. -lo oyó decir, su rostro se volvió hacia aquél hombre. Kai traía una camisa vieja y desgastada, arremangada hasta los codos. KyungSoo pudo observar las cicatrices blanquecinas en la piel, tenían una forma peculiar, casi como una mordida violenta y profunda, sin embargo, decidió ignorarla mirando a los ojos distorsionados y serios que aquella bestia tenía.

-Huele mal.

Kai no pestañó, bajó la mirada y observó sus manos. KyungSoo clavaba su vista en él, analizando cada detalle de la personalidad asquerosa y trastornada que aquél tenía. Su corazón latía con rapidez en su pecho, notaba como todo su cuerpo respondía al miedo tremendo que sentía, Kai estaba actuando raro.

-Mi cachorro... -susurró ladeando la cabeza, aún con la vista baja. Notó como su cuerpo se balanceaba de atrás hacia delante. Tan lentamente que debía prestar mucha atención para ver cada una de sus acciones-. ¿Recuerdas... Qué día es hoy?

Por un momento KyungSoo quedó perplejo. Siquiera recordaba qué mes era en el que estaban, no sabía qué día era pero estaba consciente que llevaba ahí más de seis meses. Había contado los días hasta cierto punto, y dejó de prestarle atención al paso del tiempo, tal vez ya había transcurrido otro mes, otra semana. No lo sabía.

Negó con la cabeza.

Kai lo miró-. Encontré un lago no muy lejos de aquí, ¿Quieres venir? Podemos cazar la cena de esta noche.

KyungSoo abrió la boca y la cerró al instante, miró la puerta de salida. Kai se acercó a él con lentitud, cuando tomó su muñeca se dejó.

-He quitado las trampas para osos si eso es lo que te preocupa. -mencionó llevando la mano de KyungSoo a los labios, los nudillos del chico estaban cubiertos de sangre seca y Kai dejó suaves besos en estas.

-¿Todas? -preguntó mirándolo. El menor lo vio sonreír con cierto brillo en los ojos macabros. Como si estuviera orgulloso de su acto.

-Cada una.

-Está bien. -susurró, Kai volvió a sonreír, lo tomó con fuerza de la mano y apoyó otra en su espalda baja, KyungSoo empezó a caminar con su ayuda. Esperó paciente cuando Kai colocó el machete y el hacha en una mochila vieja de jean, metió dos navajas y la cargó en la espalda.

Vɪᴏʟᴇɴᴄɪᴀ Aɴɪᴍᴀʟ ↬ 𝙺𝚊𝚒𝚂𝚘𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora