Capitulo I
"Siempre volvemos, siempre lo hacemos, no importa si peleamos, no importa si nos gritamos, no importa si nos golpeamos, no importa si nos arruinamos, siempre pero siempre volvemos"
La brisa tomó un aliento encantador, un suspiro ensoñador en un aura llena tácito, blasfemo amor enjaulado en una ardiente espera de emociones confusas, empeñado en aferrarse a la cordura de ese cariño perpetuo inmerso a la locura. A manos entrelazadas, en una vispera de duelo febril, el dorso bañado en tinta negra con figuras abstractas modelando ante la vista de los demás, se apegó y contrastó tan bien con aquella mano delicada, piel tan limpia, nudillos rojizos, uñas perfectamente pintadas, adornada con unos finos anillos brillantes, pero llorando por aquellas manchas moradas oscuras nacientes en su piel. Acariciándole con los dígitos asperos, levantó su mano para darle un beso suave, latimero, llenándole de un perdón silencioso, tan venenoso en una penumbra de un amor enfermizo.
-No vuelvas a hacer eso- le susurró mientras lo apegaba a su pecho-
-Todo fue tu culpa, estoy así por tu culpa
Siempre tuvo ese apegó de hacerlo sentir miserable luego de alguna pelea, viéndose indefenso, escondido tras su endeble figura de niño bueno, haciéndole notar cuán dañado estaba físicamente, aunque él mismo haya causado las heridas abiertas por los golpes dados, nunca iba a ser su culpa, nunca admitiría en voz alta que era igual que su novio, porque sus amigos y todo el mundo le había mentido descaradamente que él era una triste víctima de Jeongguk. Todos se habían empeñado en señalar el irregular comportamiento de su pareja, sus pretendientes amarrados en un laberinto de celos encantadores, le habían ocasionado una serie distorsión en su realidad, entonces con esa ensoñación macabramente encantadora Jeongguk ante sus ojos era la persona más vil y temeraria con la que se había enrredado, su mente había creado una realidad adormecedora, una donde el había desarrollado un tipo de síndrome de estocolmo, pensaba que a pesar de estar enjaulado en un vínculo amoroso impredecible, donde su novio actuaba tan violento, a él le encantaba esa sensación de sentirse dominado, los celos impulsivos le hacían entrar en una burbuja de adrenalina pasional, tenía gran obsesión por verlo enojarse, desatarle sus demonios escondidos, verle volverse una bestia salvaje, una quien lo tomaba y le gritaba en la cara todo lo que se le cruzara por la mente en su estado de trance en la que se veía sometido por sus ataques incontrolables.
-Jimin...
-Mirame Jung-lo obligó a observale, tenía que meterle esa culpabilidad hasta el esternón, tenía que inyectarle en sus venas la desdicha-Yo no estuviera así si tu hubieras puesto en su lugar a esa perra.
Todo había sucedido por un arranque de celos, porque Jeongguk era demasiado atractivo: sus ojos verdes esmeraldas que te atrapaba en un semplante de fuerza felina, su cabello negro lo suficientemente grande como para caer como una cascada de rizos sedosos, su aroma varonil amizclado en un contraste con su cuerpo bien formado, su pecho adornado por sus pectorales marcados, esa hendidura notoria cuando se ponia sus camisas sin mangas, todo de él era tan perfecto que a Jimin adoraba y lo obligaba a orillarse a una furia cuando otras personas lo admiraban.
Fue el sábado por la noche, aquel día, habían salido ambos con un grupo de amigos a celebrar los examenes finales de la universidad, embriagados hasta la médula, se arrinconaron en unas de las esquinas de la infrastructura, besuqueandose hasta no poder, sintiendo las manos de Jeongguk amasandole las nalgas, así como a él le gustaba, delirante ante la lujuria infrigida, le tomó de los cabellos crecientes tras su nuca a pegándolo más hicieron un espectaculo antes los demas cuando Jung lo cargó haciéndole rodear las piernas en su abdomen, a ellos no les importaba quien estuviese observando, para ellos era gritarle en la cara a los demás que ambos tenían dueño, porque Jeongguk también sabía la hermosura que tenía entre sus brazos, porque Jimin parecía un precioso muñeco de porcelana, tan delicado, su cintura tan fina, su piel aterciopelada, tan suave que cuando deslizaba sus manos por ellas cada vez que lo tomaba se sentía en el maldito cielo, aquellos ojos imnotizantes, tan primorosos y llenos de inocencia, las curvas maravillosas, su culo perfecto, aquellos labios jugosos, tan rojos y tan dulces como una cereza, Jimin era el pecado hecho persona y él lo tenía.
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Never Let Go
FanfictionTemerario y fascinante es el amor. Fascinante cuando las palabras bonitas, la confianza, comunicación y recuerdos lindos se ciernen a la relación. Temerario cuando dos personas piensan que dañarse mutuamente es sinónimo de hacer ver que se quieren e...