unique.

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Los rumores se esparcen como pólvora, lista para explotar en el momento en que todo sea expuesto.

Cada que ella entraba a la cámara de parto, un nuevo rumor surgía. Poniendo en duda la legitimidad de sus hijos. Alicent era consciente de esto, pero nada la preparo cuando su propio hijo la cuestionara.

—¿Soy un bastardo?.— Aemond pregunto con enojó y frustración. Cansado de que los sirvientes susurren a cada paso que daba.— ¿Mi hermana Rhaenyra en realidad es nuestro padre?

Alicent jadea. Temerosa de que alguien escuchara las palabras de Aemond, mira a todos lados del pasillo desierto. Arrulla al pequeño bebé en sus brazos cuando este hace el amago de empezar a lloriquear al sentir las feromonas cargadas de miedo y pánico de su madre.

—¿Quién a dicho eso, Aemond?.— Alicent lo toma del hombro con la mano que no sostenía al pequeño Daeron.— ¡Dime!

Aemond se asusta ante el grito de su madre, pero no sé amedrenta, al contrario, toma valor para exigirle la verdad. La sola idea de que en verdad sus hermanos y él sean unos bastardos lo hacen sentir enfermo e indignos de los privilegios qué poseían al ser príncipes, hijos del Rey. Necesita que su madre le diga si en realidad no son hijos de Viserys, si no de Rhaenyra. Necesita saber si todas esas palabras que a escuchando en secreto son verdaderos.

—Puedo escucharlos decir que el Rey es demasiado viejo y enfermo como para tener más hijos.— Aemond mira a su madre.— Qué en realidad somos bastardos procreados por Rhaenyra, ¿Es verdad, madre?

La Omega se inclina hasta quedar frente a frente con su hijo menor. Lo mira a los ojos, aquellos ojos tan parecidos a su padre. De sus cuatro hijos hasta ahora, Aemond era el que más se parecía. Llenos de valentía y fiereza, Alicent podía ver tanto de Alfa en su hijo que la hizo sonreír tranquila. Esperaba que cuando creciera se volviera más fuerte.

—No importa lo que digan, Aemond.— dijo, acariciando su mejilla. Apartó un mechón de cabello blanco qué cubría la carita de su niño y la coloco en la oreja.— Ustedes son Targaryen, hijos de tu padre.

—Pero ellos…— hizo el amago de protestar, pero su madre lo detuvo con un gesto.

—Tu sangre es espesa y aquellos que se atrevan a decir lo contrario conocerán la furia de padre.— Alicent se enderezó, no sin antes darle un beso a su hijo.— No lo olvides, Aemond, eres un Dragón al igual que Alfa y eso nadie lo puede poner en duda.

Aemond asistió a las palabras de su madre y se despidió de ella para poder ir a dormir a los aposentos qué compartía con sus hermanos mayores. Le dio un beso al pequeño Daeron y camino hasta perderse tras la puerta.

Alicent soltó un suspiro cansado y arrullo de nuevo al bebé. Acaba de dar a luz a su cuarto hijo y todo esto la ponía con los vellos de punta por el estrés. Demasiado histérica de que estos rumores lleguen a oídos de Viserys. No sabe que haría si el Rey comenzará a dudar de la legitimidad de sus hijos de lo único que está segura es que hará lo necesario para protegerlos.

Las lenguas de aquellas víboras podrían tirar todo el veneno qué quisieran, pero al final del día sus hijos eran verdaderos Targaryen, sangre de la vieja Valyria corre por las venas de sus niños. Y cuando Viserys muera, ella se casara con la persona que realmente ama.

—Ser Criston.— llamo al caballero antes de entrar a sus propios aposentos.

—Mi Reina.— el hombre se coloco a un lado del sofá en donde la Omega se había sentado. Cerro la puerta para más privacidad.

—Necesito que mande un cuervo a Roca Dragón para la Princesa Rhaenyra.— dijo mientras le daba una carta.— Lo más pronto posible.

El hombre tomo el papel entre sus manos y miro a la Reina quien se había desabrochado el vestido para poder amamantar al pequeño príncipe. Apartó la mirada, aun no se acostumbraba ver a su Reina siendo madre, a pesar de que la Omega ya había tenido 4 hijos.

—Averigua quienes son los que difunden esos rumores.— Alicent alzó la mirada cuando Daeron se prendo de su pezón y comenzó a chupar. A ella no le gustó la idea de dejar que sus hijos fueran criados y amamantados por alguien más así que se negó y Rhaenyra estuvo de acuerdo con ella.— Ya sabes que hacer. Se lo suficientemente discreto como para que el Rey no se entere, pero que sirva de advertencia para no vuelvan hablar del tema.

Criston asistió ante el mandato de la Reina. Habían pasado unos cuantos años desde que la Princesa Rhaenyra lo había elegido para que se convirtiera en el escudo juramentado de la Reina Alicent. Al principio había estado entusiasmado por ser considerado digno de confianza para proteger a la Omega y en ese momento el pequeño Aegon. La admiración y el sentimiento de protección qué sentía por ella eran tan grandes que se encontró así mismo mirando más tiempo del que debería. Siempre a la expectativa.

Cuando fue consciente de los sentimientos tormentosos qué la Reina despertaba en él, se castigó. Él tenía un juramento y lo cumpliría.

Fue en ese entonces cuando el pequeño Aegon cumplía su primer día del nombre y el Rey había convocado a los Lord de los siete reinos a una casería qué lo descubrió. Gemidos callados, voces susurrantes  y el chapateo pecaminoso. Abrió la entrada de la carpa cauteloso y sin hacer ruido, la imagen de la Omega desnuda quien gemía quedito mientras Rhaenyra la embestía lo recibió. Nunca imaginó ser testigo de acto indecoroso en donde Alicent y la princesa Rhaenyra eran las protagonistas.

Este acto se repitió tantas veces que pronto perdió la cuenta. En una de esas ocasiones el vientre de la Reina se hinchaba con un nuevo hijo. La Omega parecía tan radiante y hermosa, presumiendo su protuberancia con ojos soñadores. Criston lo sabía. Sabía que la mayoría de esos rumores son verdaderos. Los hijos de la Reina en realidad son de la princesa Rhaenyra, pero eso es algo que solo ellos tres saben y el no será quien los confirme porque sabe lo que ocurriría si esto se descubría.

Criston todo lo que este en su alcance para proteger a la Reina y sus hijos.

—Ser Criston.— la Omega volvió a llamarlo cuando estuvo a punto de salir.— Cuando la Princesa Rhaenyra llegue, le informa que venga  directo a mis aposentos, la estaré esperando…

Criston le dio una última mirada a la Omega y salió rumbo a la torre en donde se encuentran los cuervo. Tenía trabajo que hacer y no quería hacer esperar a su Reina. Debía estar ahí para cuando la Princesa llegará de Roca Dragón y Criston no ponía en duda que la Alfa estaría furiosa cuando se enterara qué hay personas que ponen en duda la legitimidad de sus hijos, provocando la sospecha en los allegados del reino. Después de todo Rhaenyra siempre a hecho todo lo que la Reina Alicent le a pedido.

Si la Omega demanda algo, su Alfa se lo dará.

En todo el tiempo que lleva de vida nunca había sido espectador del amor de dos personas hasta que las vio a ellas. Tan enamoradas y unidas a pesar de las circunstancias de la relación que mantenían. Criston podía sentir la envida corroer sus entrañas, pero no haría nada para perturbar la paz de la Reina quien ahora sonríe mientras ve con ojos encantadores a Rhaenyra sostener al pequeño Daeron quien se remueve perezoso hasta acomodarse en los brazos de su padre.















Qué alguien me traiga la coca  qué con el nuevo trailer de la temporada 2 se me bajó la presión.

Tiempos oscuros se acercan.




RUMORES Y BASTARDOS» RHAENICENT. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora