La ciudad parisina había amanecido más oscura, o quizá yo había despertado más temprano de lo normal. Es más probable lo segundo, porque París simplemente no se apaga nunca. La bata de seda negra está colgada al lado de mi cama; me la pongo mientras las persianas se abren automáticamente, dejándome ver el parque de Rue Le Notre a mi izquierda y, a la derecha, el Sena con la imponente Torre Eiffel que se ilumina de forma tenue. Las siglas "bjr" se destacan, seguidas por la bandera francesa que se despliega en una interpretación de "Bonjour France".
El aire de otoño se cuela por la ventana entreabierta, trayendo consigo un aroma a hojas secas y tierra mojada. El cielo está cubierto de nubes grises que prometen una lluvia suave más tarde en el día, típica de esta época en París. Las hojas caídas, en tonos de rojo, naranja y amarillo, cubren las aceras y el parque cercano, creando una alfombra natural que cruje bajo los pies de los madrugadores.
Cuando la iluminación se apaga con el primer rayo de sol, camino al baño para dar inicio a mi día con una ducha. La luz suave del baño se enciende gradualmente, y el agua caliente me despierta por completo mientras el vapor llena el ambiente, contrastando con el fresco matutino que invade el resto del apartamento. Escucho a la empleada entrar a la habitación, supongo que para dejar el desayuno y tender la cama. Al salir, es exactamente como imaginé: mi cama está perfectamente tendida y el desayuno cuidadosamente dispuesto en el juego de descanso blanco al lado de la ventana, que sigue ofreciendo la imagen de la torre de fondo. Tomo mi agenda de cuero italiano para sentarme y revisar el día; para mi sorpresa, hay reuniones presupuestarias en el club parisino para acordar el saldo que mi grupo empresarial va a aportar esta temporada.
Levanto la vista hacia el desayuno, que incluye una colorida selección de frutas troceadas con una jarrita de miel al costado, una croissant crujiente, un pain au lait esponjoso y unas tostadas de pan blanco que aún desprenden humo, demostrando que están calientes y recién hechas. Un poco más atrás, hay un jugo de naranja recién exprimido, un café con leche espumosa y una botella de agua mineral. Tomo un sorbo de agua mientras sigo con mi agenda y celular, coordinando con la oficina para avisar mi llegada a la tarde para las reuniones semanales de competencia y pidiéndole a mi agente que confirme la invitación al evento de Dior. Al recordarlo, me viene a la mente el vestido que debía haber llegado esta semana, así que me levanto para buscar el sobre negro con letras blancas. Lo abro y allí está, un vestido de alta costura que me espera. Aprovecho para arreglarme el pelo y, como tengo varias reuniones en el Parque de los Príncipes y luego en la zona del Louvre, recorro mi vestidor unas tres veces buscando lo necesario: unas botas Louis Vuitton de diseño exclusivo, un vestido de cuello cerrado, un poco más arriba de la rodilla y de manga larga, junto con un abrigo cuyo largo favorece el conjunto con las botas. Decido cambiar el negro por el rojo, un color que resalta mi confianza y determinación.
Salgo del departamento y bajo, donde el valet abre la puerta de mi camioneta para que suba. Las puertas de seguridad se abren y me encuentro con cuatro motos policiales: dos delante, cortando el tráfico, y las otras dos zigzagueando para evitar que los autos se acerquen al mío. En Francia, después del primer ministro y el gobernador de París, estoy yo. No soy política, pero como heredera del grupo empresarial que aporta el 90% de la recaudación de París y el 75% de la recaudación anual de la nación, tengo a mi disposición a la policía nacional.
Al llegar al Parque de los Príncipes, dejo el auto frente a la puerta, tomo mi cartera y bajo. El de seguridad me saluda con la cabeza y yo respondo con un "bonjour" mientras camino al ascensor, que otro empleado ya tiene abierto para mí. Asciendo al tercer piso, donde se encuentran las oficinas, y otra persona ya tiene la puerta de la oficina abierta con las autoridades del club esperándome para empezar. Entro diciendo "bonjour" y tomo asiento en la cabecera. Veo que hay una silla vacía, pero no me importa. Si han tenido que esperarme, yo no espero a nadie. La reunión comienza cuando yo llego.
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Prega per me
Teen Fiction-Non pregare per noi, prega per te e prega affinché tu non ti innamori- hablo la italiana - Man betet nicht zum Teufel und bittet ihn nicht um Gnade- responde el alemán En un mundo donde los intereses familiares y las presiones del éxito profesion...