Era él, estoy segura. Estaba tan cerca de mí...
"Katie, cariño," me había dicho, "tengo algo para ti."
Al mirarle y ver lo que tenía en la mano me quedé estupefacta. Era ese cuchillo, el mismo. Pero era imposible, yo misma me había deshecho de él.
Retrocedí unos pasos hasta que mi espalda chocó con la pared.
"Tú...¿Qué haces tú aquí?" dije con la respiración entrecortada, "No puedes... No, tu estás muerto."
"¿Lo estoy?¿Estas segura, Katie?"
Entonces corrí. Le rodeé y corrí lo más rápido que mis pies me permitían. Salí de mi habitación y crucé el pasillo que llevaba al salón. Oía sus pisadas, me seguía. Intenté salir de la casa pero no podía abrir la puerta.
"Ven aquí, Katie, no huyas de mí, soy tu papi."
Esas palabras me dieron nauseas. Después de todo lo que me había hecho se atrevía a decir eso.
Él ya estaba en el salón, a unos cinco metros de mí. A medida que el se iba acercando lentamente, yo retrocedía.
"Aléjate de mí. ¡Déjame en paz!" grité. No respondió.
Yo no podía retroceder más y él estaba demasiado cerca, tan cerca que podía oler su asqueroso aliento a podrido. Alargó la mano y me cogió el brazo con tanta fuerza que solté un grito de dolor. En cuanto me soltó un poco aproveché para escabullirme y empecé a correr escaleras abajo hasta el sótano. Una vez allí, cerré la puerta con la llave que estaba en la cerradura. Le oí acercarse e intentar abrir la puerta pero de repente paró y todo lo que dijo fue "Volveré". Todo se quedó en silencio.
Supongo que después de eso perdí la conciencia.
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Me había vuelto a quedar dormida. Al despertar veo a mi madre sentada al pie de mi cama.
-Kate, ¿qué hacías en el sótano?
"No puedes contárselo, no te creerá", suena una voz.
-No lo sé- miento.
Ellos han vuelto. Parece que esto nunca terminará.
