LA MAGIA DE LA UNIÓN
Mudrost, 16 de septiembre de 2034
Un buen día dieciséis de septiembre de aquel año, 2034, tuve la suerte de nacer en la casa de mis padres, y de por aquel entonces solo mi hermano Vladimir. Era un día frío, ya que por las latitudes en las que vivíamos el invierno arreciaba pronto. Aunque aquel año se hacían más evidentes los efectos del cambio climático, el invierno era duro, como siempre, pero no tanto. Los veranos eran cada vez más calurosos, lo que era bueno en parte, pero muy malo, ya que cada año aumentaban los incendios que se declaraban a la mínima que coincidía una temporada seca con una ola de calor.
Pero ese no es el asunto que nos concierne ahora mismo. Ese día dieciséis nací en el seno de una familia Yakuta, una familia normal, con un padre cazador y una ama de casa. Mi familia lleva asentada Mudrost desde hacía milenios, mucho antes de que existiese Rusia o cualquiera de los países que en aquellos tiempos tanto nos atormentaban.
La historia de mi tierra es una historia tranquila pero también manchada de sangre. Durante el dominio de la URRS, nuestro pueblo fue duramente perseguido y castigado, hasta que llegó el buen día en el que ésta cayó. A partir de entonces, la federación Rusa nos dio autogobierno y nos permitió vivir a nuestra manera, como siempre habíamos querido, pero pertenecíamos a Rusia, cosa que no podíamos olvidar.
Pero lo curioso de mi pueblo es que no figura en los mapas, y nuestros habitantes no forman parte del censo de la federación Rusa, ya que se nos oculta, gracias a un muto acuerdo hace ya más de cuarenta años, cuando cayó la condenada Unión Soviética.
Este ocultamiento no es arbitrario, ni mucho menos, se debe a una característica muy especial de Mudrost, la magia. La mayor parte de Mudrost puede y sabe practicar la magia, aunque esta está restringida a unos pocos, como son los Yakutos y los Evensk, el resto lo tiene prohibido gracias a una de las primeras leyes que salieron allá por 1992 cuando Mudrost se estableció como municipio independiente dentro del distrito de Zhigansk, al que pertenecemos.
Nuestro pueblo se gobierna como un país, tenemos un parlamento, al que llamamos Asamblea General, tenemos nuestras cortes de Justicia, aunque estas dependen en parte de las rusas. Al tener nuestro propio gobierno también tenemos nuestras propias elecciones, las cuales llaman a los ciudadanos mayores de dieciséis años de Mudrost a votar cada tres años, a sus representantes en la Asamblea General.
Pero una vez más, me desvío del acontecimiento principal, mi nacimiento. Nací a las diez de la noche de aquel día dieciséis de septiembre, para alegría de mi madre y de mi padre que traían al mundo a su segundo hijo al que llamarían Ivanov, como su abuelo materno.
A los dos años aprendí a andar, y al año y medio ya sabía hablar en Yakuto y balbuceaba el ruso, lengua que me enseñaron para mi vida profesional, ya que era el que, por obligación, debía usarse en todo el país.
Cuando yo tenía tres años vino al mundo mi hermano pequeño y último hijo de mis padres, Maxim, en honor a su abuelo paterno.
Mis años de infancia transcurrieron de forma natural y como cualquier otro niño del pueblo. Salía a jugar con mis amigos al parque, veía la televisión con mis padres, y a veces incluso acompañaba a mi padre en alguna de sus cacerías.
Pero el verdadero germen de esta historia empieza el día diez de septiembre de 2050, cuando ingresé en la Academia de la Magia de Mudrost, donde aprendería a usar esa herramienta ancestral que durante tantos siglos había sido la seña de identidad de nuestro pueblo.
- ¡Vamos, Dimitri que llegamos tarde!- me apremiaba mi padre aquel lunes de septiembre.
- Voy, voy- dije bajando por las escaleras.
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la magia de la unión
Historical FictionEsta es una hitoria que mezlca un primer inicio mágico con una segunda parte en la que el mundo se recrudece y la magia va desapareciendo de la mano de Dimitri, que poco a poco ve como encaja en un mundo cambiante e inestable. Una guerra civil marca...