TU NOMBRE (2)

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"AQUEL NOMBRE"

Caminar por las calles en esa tarde gélida era como adentrarse en un mundo de frío implacable. El viento cortante penetró las capas de ropa, envolviendo a Layla en una sensación de congelación que calaba hasta los huesos. Sus manos, ocultas dentro de la sudadera, anhelaban desesperadamente un resquicio de calor en medio de aquel crudo entorno. El cielo, cubierto por nubes grises que parecían indiferentes a su sufrimiento, no ofrecía ninguna promesa de alivio.

De repente, unos pasos enérgicos rompieron el silencio de su solitaria travesía. Layla y Kandry giraron la cabeza hacia la derecha justo un tiempo para toparse con una figura que se aproximaba con paso ligero. Un ladrido grave de un perro callejero hizo que Layla se sobresaltara, pero Kandry, con su radiante sonrisa y su actitud despreocupada, se adelantó para espantar al animal.

- ¿Estás bien? - inquirió Kandry, con un brillo juguetón en los ojos, mientras comenzaba a caminar a su lado. Layla se acercó con una leve sonrisa, encontrando a consuelo en la compañía en medio del frío inhóspito. El viento azotaba con más fuerza, haciendo estremecer la piel de Layla, quien observaba cómo Kandry comenzaba a estornudar, sin mostrar demasiada preocupación por su bienestar.

- ¿Por qué no usamos bufanda? - preguntó Layla, mientras trataba de acomodar sus propios cabellos revueltos por el viento. Kandry encogió los hombros en respuesta, sin decir una palabra. Sin mucho entusiasmo, Layla desenvolvió su propia bufanda y se apresuró a colocársela a Kandry. La incredulidad en los ojos de esta última era evidente, y su nariz enrojecida sugería algún signo de enfermedad, aunque Layla no estaba completamente segura.

Al llegar frente a un acogedor café, Kandry señaló hacia el interior y entró sin mirar atrás, llevando a Layla consigo. La cálida atmósfera del lugar era un refugio bienvenido del frío exterior. Ignorando las parejas que ocupaban las mesas cercanas a la entrada, siguieron avanzando hasta una mesa al fondo, bañada por la tenue luz de una ventana abierta, donde las cortinas de color café se mecían suavemente.

- ¡Ven! - llamó Kandry, ya sentado en la mesa. Layla se acercó con una sensación de irritación palpable, mientras el camarero se acercaba con amabilidad, sosteniendo una libretita y un bolígrafo. Su aspecto era peculiar, con un delantal de café que contrastaba con su sonrisa acogedora y amable.

- ¿Qué desean ordenar, jóvenes? - preguntó el camarero con voz dulce y pacífica.

- Yo quiero... un chocolate caliente. ¿Y tú, Layla? - dijo Kandry, sosteniendo un menú. Con la mirada perdida en la ventana a su lado, Layla respondió con rapidez, apenas prestando atención al camarero. Una sonrisa iluminó el rostro del camarero antes de retirarse para tomar su pedido.

En la calidez reconfortante del café, el aroma a chocolate caliente envolvía la mesa donde se encontraban Layla y Kandry. El mesero volvió con elegancia, dejando dos vasos humeantes sobre la mesa junto con unas servilletas antes de retirarse con discreción. Layla colocó sus manos alrededor del vaso, observando con fascinación el vapor que se elevaba, mientras Kandry, por cortesía de la casa, descubría unos pastelitos de fresa que adornaban la mesa.

Con un mordisco, Layla se dejó llevar por la dulzura de los pastelitos, saboreando cada bocado con deleite. La conversación se animó cuando Kandry la interrumpió, su pregunta rompiendo la armonía de aquel momento.

- ¿Te preguntó algo? - dijo Kandry, notando la distracción de Layla.

- Si - le respondió dándole otro bocado al pastito en la mesa

- Yo estaba allí antes de que tú te dieras cuenta, ¿ella era tu pareja? - preguntó Kandry, su curiosidad palpable en el aire.

- Sí... Terminamos hace un mes - admitió Layla, su voz apenas un susurro lleno de dolor.

- ¿Quién es? - preguntó Kandry, dándole un pequeño mordisco a su pastelillo.

- Emely... Emely Tyullib - contestó Layla, sintiendo un ardor en su pecho al mencionar aquel nombre que tanto dolor le causaba.

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