Nueve

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Lady Mareena Titanos, hija de Lady Nora Nolle Titanos y Lord Ethan Titanos, general de la Legión de Hierro. Heredera de la Casa de Titanos. Mareena Titanos. Titanos.

Mi nuevo nombre retumba en mi cabeza mientras las doncellas Rojas me preparan para la siguiente arremetida. Las tres chicas trabajan con rapidez y eficiencia, sin hablar entre sí. Tampoco me formulan preguntas, aunque es indudable que quisieran hacerlas. No digas nada, recuerdo. No tienen permiso para hablarme, ni para hablar de mí con nadie más. Ni siquiera de las cosas extrañas, de las cosas rojas, que estoy segura de que ellas ven.

Durante muchos y angustiosos minutos, ellas tratan de volverme apta, me bañan, me peinan, me pintan hasta convertirme en la cosa ridícula que se supone que debo ser. El maquillaje es lo peor, sobre todo la espesa pasta blanca que aplican en mi piel. Las doncellas consumen tres botes que cubren mi cara, cuello, clavículas y brazos con ese polvo húmedo y reluciente. En el espejo, parece que me hubieran desprovisto de toda viveza, que el polvo hubiera cubierto el calor de mi piel. Con una exclamación, me doy cuenta de que está hecho para esconder mi rubor natural, la roja floración de mi piel, mi sangre roja. Finjo ser Plateada, y cuando ellas terminan de pintar mi rostro, realmente luzco como tal. Con mi nueva piel pálida y mis ojos y labios oscuros, parezco fría, cruel, una navaja viviente. Parezco Plateada. Tengo buen aspecto. Y no lo soporto.

¿Cuánto tiempo durará esto? Ser novia de un príncipe. Hasta en mi cabeza parece una locura. Porque lo es. Ningún Plateado en su sano juicio se casaría contigo, menos aún un príncipe de Norta. Ni para sofocar una rebelión, ni para ocultar mi identidad, ni por cualquier otro motivo.

¿Para qué hacer esto, entonces?

Cuando las doncellas me aprietan dentro de un vestido angosto, me siento un cadáver que arreglaran para su entierro. Sé que esto no dista mucho de la verdad. Las jóvenes Rojas no se casan con príncipes Plateados. Jamás usaré una corona ni me sentaré en un trono. Sucederá algo, tal vez un accidente. Una mentira habrá de elevarme y un día otra me derribará.

El vestido es violeta salpicado de plata, y está hecho de seda y encaje transparente. Todas las Casas tienen un color, me acuerdo del arcoíris de familias. Los colores de la familia Titanos, mi apellido, son sin duda el violeta y el plateado.

Cuando una de las doncellas alarga una mano en dirección a mis aretes, para tratar de quitarme lo último de mi antigua vida, me invade el terror.

-¡No los toques!

Ella retrocede de un salto, parpadeando, y las otras se congelan ante mi arranque.

-Perdón, yo...

Una Plateada no se disculparía.

Carraspeo y recupero la calma.

-Déjenme los aretes -el sonido de mi voz es fuerte, duro... majestuoso-. Quítenme todo lo demás, pero déjenme los aretes.

Esas tres baratas piezas de metal, en representación de cada uno de mis hermanos, no irán a ninguna parte.

-Te sienta bien ese color.

Cuando me vuelvo, veo a las chicas encorvadas en reverencias idénticas. Y frente a ellas: Cal. De súbito me alegra que el maquillaje no permita ver que me sonrojo.

Él hace un rápido gesto de desdén y las doncellas salen volando de la habitación, como ratones que huyeran de un gato.

-Soy nueva en esto de la realeza, pero no creo que debas estar aquí, en mi cuarto -imprimo en mi voz el mayor desprecio posible. Después de todo, es culpa suya que yo esté metida en este lío irremediable. 

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⏰ Última actualización: Jul 04 ⏰

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