𝖮𝗆𝖾𝗀𝖺 𝖾𝗇 𝖢𝖾𝗅𝗈

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Reo suspiró temblorosamente, agarrando fuertemente la parte inferior de su chaqueta blanca de la escuela Hakuho entre sus dedos

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Reo suspiró temblorosamente, agarrando fuertemente la parte inferior de su chaqueta blanca de la escuela Hakuho entre sus dedos. Se sentía mareado entre los ruidos de los vehículos a su alrededor, su cabeza palpitaba horriblemente a cada minuto. Detuvo sus pasos cuando de pronto se sintió mareado, respiró lentamente percibiendo que un ligero calor invadió todo su cuerpo, especialmente en la parte baja de su abdomen.

A estas alturas cree que debió haber aceptado la oferta de Ba-ya de llevarlo a Hakuho en lugar de caminar solo hasta ahí. Se negó a subir al vehículo porque cuando dio un paso a la limusina, el olor que este desprendía le provocó muchas náuseas.

Sintió un hormigueo en toda la extensión de su piel y un burbujeo molesto en el estómago. Podía sentir su propia boca más seca que el mismo desierto, con su mano temblorosa alcanzó la botella de su mochila, se la llevó a la boca sedienta, derramando algunas gotas que se deslizaron por el largo de su cuello y barbilla.

Reo suspiró profundamente un par de veces, a pesar de que el sol había salido un poco, no emitía suficiente calor como para sofocarlo así. Sentía un calor horrible, sudando más por el uniforme, la camisa, el chaleco y la chaqueta pegada en su piel. Su cabeza daba vueltas con fuerza y, por un momento pensó que se desmayaría y caería al suelo.

Una mano agarró con cuidado su brazo, ayudándolo a mantenerse estable. Era una señora de cabello castaño y expresión preocupada.

—¿Estás bien, joven?—Preguntó la señora que estaba pasando por su lado.

—Estoy bien, gracias. —Murmuró, levantándose mejor. No quería preocupar a la señora, pero ni siquiera pudo dar un paso adelante cuando un jadeo escapó de sus labios al sentir un repentino calor en su interior. —No... no creo que me siento bien.

La señora rápidamente colocó su brazo sobre su espalda, era la primera vez que se sentía tan perdido.

—¿Quieres que llame a tus padres? ¿O a una ambulancia muchacho?—preguntó la señora ayudándolo a mantener el equilibrio.

—No, gracias, puedo arreglármelas solo. —Reo tomó suavemente la mano de la mujer, alejándola de él ligeramente. —Sólo me voy a casa a descansar.

—¿Seguro que no quieres que te llame un taxi? No pareces estar en condiciones de ir solo por tu cuenta, muchacho.

Ella está en lo correcto ni siquiera puede mantenerse en pie sin que el calor en la parte inferior de su abdomen palpite horriblemente o que su dolor de cabeza lo moleste a cada segundo.

Pero él es un Mikage y además uno muy terco. Reo sacudió lentamente la cabeza. —Muchas gracias por su preocupación, pero puedo llegar solo.

Reo dio un paso adelante con todas las fuerzas que pudo reunir y caminó bajo la mirada preocupada de la señora. Cuando estuvo a unos siete metros de distancia, se giró levemente agitando su mano en señal de despedida a la mujer y comenzó a caminar a donde ni siquiera él sabía, sus pies solo lo guiaban de forma automática.

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