La noche se cerró cuando Alexandro salía de los lindes del bosque y regresaba a la ciudad. Iba caminando un poco torpe, cegado por ese momento en que los ojos aún no se acostumbran a la penumbra, y las raíces de los árboles se le acercaban, entre juguetonas y maliciosas, haciéndole zancadilla.
Respiraba con tranquilidad, aunque su ceño se fruncía en un gesto que denostaba una rabia triste... una triste rabia.
Al llegar a la primera calle, vio un sendero por el que solía bajar en otras épocas.las escaleras dividían el paso entre edificios, que a esa altura de la ciudad se antojan caros y de alto estrato con solo verlos.
Sombra no se callaba un instante mientras le seguía el paso por el bosque, caminando como si para él no existiera obstáculo alguno.
-¿Recuerdas esos días en los que venías aquí a buscar gente inexistente? Qué fácil se le engaña a un tonto- Sombra hizo un odioso gesto con la mano y compuso una cara de idiota retrasado, con la lengua babeando fuera de la boca. En seguida sonrió y continuó - En serio, es muy fácil engañarte. Mira que venir hasta aquí sólo porque te provoqué a buscar a esa anciana desgraciada. Sabes bien que no vive por aquí, ¿cierto? Que siempre fue una farsa.
-¿Y quién te dijo a tí que venía a buscar a esa porquería?- Alexandro espetó esas palabras con con fastidio, como si le hubieran sacado del trance que lo mantenía en silencio desde hacía un rato.
-¿Y por qué llegamos aquí entonces? ¿Acaso no era mejor volver al parque Nacional y bajar de nuevo por ahí?
-¿No eras tú quien me decía que era peligroso ese camino, que me iban a asaltar?
Sombra esbozó una sonrisa maliciosa.
- ¿Y acaso no facilitaría las cosas el que te asaltaran?
Alexandro arqueó su ceja derecha y dijo en tono triunfal, mientras se detenía a ver a Sombra directo a la cara.
- ¿Cuando has visto que yo me conforme con lo fácil?
Sombra dejó de sonreír, pero arqueó la misma ceja y contestó:- Y por eso estamos aquí, ¿Eh? Por tu imposibilidad de rendirte con las cosas que tanto amas, deseas y quieres, por esa terquedad de mierda que no hace sino consumirte, sabiendo que ha ría sido mucho mejor tu vida si hubieras tomado el camino que toma todo el mundo: rendirse y decir que así es la vida.
Alexandro simplemente giró y siguió andando. Las calles empinadas, iluminadas por la luz lechosa de los postes led, le recibían silenciosas, como esperando el momento para emitir un ruido y asustarlos de muerte con algún aventurero asaltante que esgrimiera un sucio cuchillo.
Después de un rato, sin que Sombra dejara de disertar sobre lo fútil y estúpido de haber subido la montaña, llegaron a la carrera 7a, una de esas calles que atraviesa la ciudad de sur a norte con algo de pompa por su notable historia. Alexandro caminó hacia el sur, con la disposición de encontrar un lugar más amable para comenzar a volver a casa.
Sin darse cuenta, y con el paso del tiempo imperceptible, llegó a un Mac Donalds, junto a la Iglesia de Lourdes, en Chapinero.
Se detuvo .
-¿Te trae recuerdos? Preguntó Sombra con sorna.
-Algo así. - Alexandro dejó perder la vista hacia la iglesia.
-¿La estás viendo?Alexandro esperaba en la misma acera de la plaza de la iglesia. Miraba impacientemente hacia la esquina, a la entrada del Mac Donalds. Esperó por horas hasta que la vio entrar; para su sorpresa, llegaba sola. La reconocía porque recordaba que la estúpida solía contarle cómo se ataviaba completamente con cuanta cosa podía: gorros, bufandas, chaquetas, cobijas, guantes... parecía un bulto de trapos sobre una silla de ruedas.

ESTÁS LEYENDO
Diálogos y Sombras: Reflexiones de un Alma Atrapada
RandomUn hombre atormentado habla con una sombra que le sigue. Sus diálogos parecen una continua reflexión sobre el pasado. Sus charlas son discordes, a veces furiosas, tristes y melancólicas. Por varios días parece descender a la locura.