CAPÍTULO V

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N.A. Antes que nada, una disculpa por la tardanza. Espero que les guste mucho.

Por cierto, el capítulo está ambientado únicamente en el pasado, continuación directa del anterior, por eso está en cursivas.

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PARTE II

En el futón Kagome dormía, con su travieso cabello negro esparcido por las sábanas. Los rayos blanquecinos de la luna la hacían ver cómo un espíritu del agua.

Desde su escritorio, Sesshomaru la observó durante mucho tiempo, intentando descifrar cómo cumpliría su promesa si ni siquiera sabía el nombre real de Kagome.

Podía deducir que se trataba de la hija de un noble, su aspecto refinado y sus manos suaves lo evidenciaban. Así como también su mal carácter y su voz autoritaria.

¡Maldito lío en que estaba metido! Tendría que hablar con Naraku, preguntarle de dónde saco a una mujer como esa. Le intrigaba saber por qué la vendió como puta en lugar de quedársela.

Esa era otra cuestión, conocía al corsario, y su habilidosa forma de seducir a las mujeres con su lengua mestiza, un francés fluido de nacimiento y su atractiva apariencia que derretía a las féminas a tal grado que parecían olvidar sus amarillos dientes.

Pero, entonces, ¿por qué Naraku no se metió entre las piernas de Kagome?

Los golpes de la puerta lo distrajeron. Sin ningún tipo de pudor abrió estando completamente desnudo.

— ¿Qué quieres?

Miroku rodó los ojos y evitó verle las partes nobles.

— Capitán, un barco comerciante se acerca a esta dirección. Al parecer, ya sin la mercancía.

Eso significaba una cosa... el botín sería puro valor metálico.

Faltaban algunas horas para amanecer, así que tendría que tomar ventaja.

Cerró la puerta, y comenzó a vestirse.

— ¿A dónde vas?—. Preguntó ella adormilada, sonrojándose al instante de verlo semidesnudo.

— Iré a cubierta. Sigue durmiendo.

— Voy contigo. Ya descansé lo suficiente—. Dijo de forma apresurada sentándose, cubriéndose con las sábanas el pudor que aún conservaba.

Pero él la detuvo, poniéndose de cuclillas frente suyo.

— No es seguro. No salgas—. Le dio la llave de la puerta. —Y, no abras a nadie.

Sintió la mirada de Kagome sobre la suya. Parecía confundida y dudosa, aun así, tomó la llave.

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Su galera era más rápida, más equipada y grande que el barco al que cazaban.

El timón se movía bajo su mando con una precisión digna de su cargo. Amaba esa libertad y la sensación de adrenalina completamente liberada al momento de dar la orden solo con la señal de sus manos para que movieran las velas negras.

Con cada tramo avanzado, se rompían las olas de forma silenciosa, dando la ventaja sobre sus enemigos, futuras víctimas declaradas que de alguna forma no significaban nada.

Pronto alcanzaron al navío en completa calma.

Su tripulación estaba entrenada para seguir sus indicaciones. Le bastó únicamente mover su mano derecha en un puño levantado para que quince hombres se sujetaran de las sogas que se afianzaban sobre el mástil mayor.

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