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La reunión se llevaría a cabo en el Colegio Técnico de Kyoto. Sahori se lo había dicho en la hora de comida, el miércoles, y después de darle una reprimienda por no haberle informado con tiempo, se dirigió a su habitación a empacar. Llevaba lo justo y necesario para todo un fin de semana. Partirían el viernes en mediodía, y se regresarían el domingo por la tarde.
Aprendería sobre técnicas impartidas por profesores de esa academia, y por supuesto, aquel pequeño intercambio le serviría para establecer contactos y conexiones que eran de suma importancia en la sociedad de la hechicería.

Dejo su pequeña maleta de mano en el asfalto, mientras esperaba a que la pelirroja se dignara en hacer acto de presencia. El auto con Ijichi ya estaba listo, mientras él estaba parado en unos escalones más abajo de ella. El sol estaba en su punto más ardiente, y le molestaba de sobremanera. Retrocedió unos pasos para alcanzar la sombra, pero chocó con un cuerpo atlético y firme. De inmediato notó que no era el pequeño y suave cuerpo de su amiga, sino el de su atractivo e insufriblemente fuerte profesor.

Alzó su rostro y se encontró con el suyo sonriente, sus cabellos blancos y finos alzados, y la venda blanca cubriendo esos diamantes que pocas veces había tenido la fortuna de apreciar. Se apartó con rapidez y le dedicó un saludo en una reverencia.

—Una disculpa, Gojo-sensei —irguió su postura cuando escuchó la suave risa del mayor.

—¡Ay, pequeña Lou! —situó su gran mano en su cabeza, abarcándole casi toda su coronilla con solo la palma, para revolver sus cortos cabellos — ¡No seas tan seria!

La pelinegra se enrojeció, y alzó sus manos a la altura de su torso, agitándolas, mientras negaba con su cabeza.

—¡Y-yo no soy tan seria!

Su sensei detuvo su mano, y con una sonrisita ladeada, la ubicó debajo del mentón de la muchacha, obligándola a exponer su rostro ante él.

—¡Aw! ¡Ya estás rojita!

—¡Sensei! —apartó su rostro del contacto, y para tratar de alivianar su nerviosismo, llevó la mano a su brazo, dándose suaves caricias en el codo.

—¿Lista para el viaje?

Alzó sus ojos hacia el, y cabeceó afirmativamente.

—Solo estoy esperando a Sahori —y ahora fue Gojo quien asintió.

—Bien. Ten cuidado allá, te puedes morir del aburrimiento.

Lou soltó una risita. Pero también entendió el doble significado de sus palabras.

—Iría por mí si eso llegara a pasar, ¿verdad?

—Naturalmente.

Y Lou, con sus ojos brillándole, sonrió ampliamente hacia él.

¿Estaba enamorada de su profesor? Bah, desde luego que sí. Y cualquiera que la viera, precisamente como está ahora, se diera cuenta de los sentimientos que con torpeza intentaba ocultar.

Sahori estaba por completo enterada de su situación, y se burlaba de ella las veces que podía. A la castaña no le molestaba sus comentarios satíricos, siempre y cuando no los hiciera delante de su adorado sensei. Como ahora, que llegaba corriendo por los extensos minutos que se tomó de retraso.

—¡Hola, hola! —canturreó con una sonrisota en su pecoso rostro —Perdóname, amiga. Se que justo ahora estabas en el mejor momento de tu vida —con sus grandes ojos señaló a Gojo —, pero tenemos que irnos ya.

Lou le dedicó una mirada severa cuando notó esa sonrisa cínica y traviesa.

—Pues vamonos ya —recogió su maleta pero la mano de su profesor se coló en las asas, rozando la suya propia y quitándosela, para seguido pasársela, o más bien lanzársela, a Ijichi. Satoru ya con sus manos libres, reposó una en la nuca de su alumna y la guió hasta la puerta trasera del auto.

Lolita - Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora