Pasitos de oruga

27 1 0
                                    

Y de un momento a otro, todo estaba por terminar... No quería que así lo fuera, quería que esto terminara de otra manera.

—Habitación 15 , tercer piso— dijo la secretaria con un tono suave.

Le hice caso, tomé el ascensor, pues mis piernas de viejo no me funcionan tan bien.

El típico olor a sopa de hospital inundaba mis fosas nasales, mí pechito estaba estrujado, nunca creí verme aquí, nunca creí verme aquí para verla a ella...

Caminaba con pasos ligeros acercándome, estaba a punto de llegar a aquella habitación. Sentí como mí garganta se cerró y mis manos comenzaban a sudar, miré las flores, estaban perfectas y sonreí a ello.

—Buenos días— dije en un canturreo.

Ella estaba ahí, Mery, la pelirroja de mis sueños. Mí compañera de vida, mí vida. Me dejó el corazón en las manos el verla en este estado, pálida, sin ánimos. No era ella, no era mí Mery, ella estaba  destruida, consumida por las quimioterapia, medicamentos.

—Mi amor— escuché en un susurro que parecía más hablar en suspiros.

Sonreí y me contuve las lágrimas que querían escapar.

Aún no logro disociar, no logro aceptar que ella está así.
Le diagnosticaron cáncer hace dos años, dos años de sufrimiento, dos años de lucha, dos años de dónde iba perdiendola poco a poco.

Hoy tenía una nueva actividad planeada para ella. En el ático de casa encontré cajas llenas de fotos nuestras de jóvenes.

—¿ Que traes en la mochila ?— señaló la misma con la mirada.

—Unas fotos— sonreí.

Tomé la misma entre mis manos, en total tenía 4 fotos, 4 historias que le voy a contar.

—Elegí un número entre el 1 y el 4— dije en un tono de misterio.

Ella parecía no pensarlo mucho, eligió el 3.

Saqué una de mis fotos favoritas, sonreí al verla. Sus ojos brillaron como hace tiempo no lo hacían.

—Esa foto— estiró el brazo y yo se la alcancé. —Es del baile de invierno— asentí.

—Llevabas un vestido azul marino que combinaba con el color de tus ojos— señalé su vestido en la foto.

Una risa se le escapó, la miré extrañado. —¿ Recuerdas cuándo estuvimos dos semanas practicando baile para que luego te tropieces y tires el ponche ?— se rió hasta que se ahogó con su propia risa. Ablandé la mía y la miré con preocupación, pareció notarlo ya que tomó mí mano.

—Mi mamá estaba a punto de no dejarme ir cuando se enteró que andabas en motocicleta— habló por segunda vez.

—También recuerdo la primera vez que me llevaste a tu casa— y al decir eso, saqué la foto número 1.

Nosotros dos, sentados debajo de un árbol. —Ese día papá no paraba de hacerte preguntas— apreté los labios.

—Parecía todo un interrogatorio— dije entre risas. —Siempre creí que me odiaba— murmuré entre dientes.
Un tipo frío y arrogante desde afuera, pero un osito de felpa por dentro.

—¿ Y cuando cocinaste asado con el, el tío pancho y el tío Juan ?— puse mí mano en mí frente al recordar esa tarde de otoño.

—Tu perro Baki saltó a la mesa y comió los chinchulines que había preparado.

—Y para colmo papá te echó la culpa a tí— la habitación de aquel hospital que definiría todo, se estaba llenando de risas de dos viejos que se amaran de por vida.

—Faltan dos fotos— me recordó.

—Asi es.

Saqué una foto donde estábamos juntos pegando ladrillos.

—Haciendo nuestra propia casa— dijo en un susurro pesado.

—Con nuestras propias manos— agregué.

Ella me miró con delicadeza y total dulzura, su mirada acariciaba mí alma y sentía la calidez de la misma.

—Mira todo lo que logramos, David— sus ojos estaban cristalinos.

Sentí mí alma crujir. —Una familia hermosa— susurré sacando la última foto. En la cual salíamos nosotros dos y nuestros tres hijos. Tom, el mayor, Mattheo el del medio y, nuestra consentida Eva.

—Ese día nos fuimos de viaje por primera vez— dije.

—Fueron las vacaciones más hermosas de mí vida—  soltó con dulzura.

—Tú eres lo más hermoso de mí vida— escupí en un hilo de voz.

Y pensar que todo esto algún día acabará.

—Creamos una historia divina— susurró.
No podía evitar sonreír al escucharla. Su voz era canto para mis oídos.
—Le contarás todo a tus nietos ¿ No es así ?— su voz quebradiza por aguantarse el llanto me rompía el alma.

—Así es cariño. Nuestra historia será contada a nuestros nietos— apreté su mano como si fuera la última vez... aunque en realidad si lo era.

—Desde siempre para siempre, Dav— dijo aquel apodo que hizo que ya no aguantara.

Las lágrimas comenzaban a dar pequeñas caricias a mis mejillas. —Te amo hasta la tumba...

—A pasitos de oruga.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 20 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

bfjxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora