En una cálida noche de verano, la música vibraba a través de las paredes de una casa en un barrio de Barcelona. Violeta, una joven de cabello corto y sonrisa encantadora, estaba en medio de la pista de baile, disfrutando del ritmo y la compañía de sus amigos Nicole y Juanjo. La fiesta estaba en pleno apogeo, y la energía era contagiosa.
Entre la multitud, Violeta notó a una chica de cabello largo y negro, vestida con una camiseta ajustada y unos jeans que realzaban su figura. Era Chiara, quien había llegado a la fiesta con sus amigos Ruslana y Martín. Sus miradas se cruzaron varias veces, y el interés mutuo se hacía evidente con cada sonrisa tímida y mirada furtiva.
Finalmente, Violeta decidió acercarse. Con una bebida en la mano y una confianza desbordante, se abrió paso entre la gente hasta llegar a Chiara.
—Hola, soy Violeta —dijo, inclinándose para que su voz se escuchara por encima de la música.
—Hola, soy Chiara —respondió la chica, sonriendo mientras sus ojos verdes brillaban bajo las luces de la fiesta.
Empezaron a hablar, primero sobre la música, luego sobre la gente y, antes de darse cuenta, estaban compartiendo detalles personales, como si se conocieran desde hacía años. La química entre ellas era palpable, una conexión inmediata que ambas sentían y que no podían ignorar.
—¿Te gustaría salir a tomar aire? —sugirió Violeta, inclinándose hacia Chiara.
—Sí, me encantaría —respondió ella, siguiendo a Violeta hacia el jardín trasero de la casa.
Afuera, el aire fresco les ofreció un respiro de la energía abrumadora dentro de la fiesta. Se sentaron en un banco, cerca de un arbusto de jazmines, cuyo aroma llenaba el ambiente.
—¿Vienes a menudo a estas fiestas? —preguntó Chiara, jugueteando con una hoja.
—De vez en cuando. Es un buen escape —respondió Violeta, fijando sus ojos en los de Chiara—. Pero esta noche es especial.
Chiara sonrió, y en ese momento, ambas sabían hacia dónde se dirigía la noche. Tras unos minutos más de conversación, risas y coqueteos, Violeta hizo una propuesta atrevida.
—¿Te gustaría ir a mi casa? Está a unas pocas cuadras de aquí. Podríamos seguir hablando en un lugar más tranquilo.
Chiara dudó un momento, pensando en sus amigos Ruslana y Martín, pero la tentación era demasiado fuerte.
—Sí, me encantaría —respondió finalmente.
Caminaron juntas hasta la casa de Violeta, una pequeña pero acogedora casa en una calle tranquila. En cuanto entraron, la atmósfera cambió. La intimidad del lugar aumentó la tensión entre ellas.
—¿Quieres algo de beber? —ofreció Violeta, dirigiéndose a la cocina.
—No, estoy bien —dijo Chiara, siguiéndola—. Prefiero esto —añadió, acercándose más a Violeta.
La proximidad se volvió insoportable. Violeta no pudo resistir más y, sin decir una palabra, se inclinó para besar a Chiara. El beso fue intenso, lleno de deseo y una urgencia que ambas compartían.
—No sabía que eras tan directa —susurró Chiara, apartándose ligeramente.
—Cuando quiero algo, voy por ello —respondió Violeta, con una sonrisa pícara.
Se besaron de nuevo, esta vez con más pasión. Violeta guió a Chiara hacia su habitación, donde la atmósfera se volvió aún más cargada de electricidad. Las caricias se intensificaron, y pronto la ropa comenzó a caer al suelo, pieza por pieza.
Violeta empujó suavemente a Chiara sobre la cama, y ambas se sumergieron en un torbellino de sensaciones, explorando cada rincón del cuerpo de la otra. Los gemidos llenaban la habitación, una sinfonía de placer compartido.
—Eres increíble —jadeó Chiara, acariciando el cabello corto de Violeta.
—Tú también —respondió Violeta, besando el cuello de Chiara.
La noche se volvió un collage de momentos de éxtasis, donde el tiempo parecía detenerse. Finalmente, exhaustas, se recostaron una al lado de la otra, con las respiraciones entrecortadas.
—No suelo hacer esto —dijo Chiara, rompiendo el silencio.
—Yo tampoco... o al menos, no desde que tengo novia —confesó Violeta, con una expresión de culpabilidad en su rostro.
Chiara la miró con sorpresa.
—¿Tienes novia?
—Sí, Olivia. Olivia Rodrigo. Es una cantante famosa, tal vez la conozcas.
Chiara la miró, asimilando la información.
—¿Le eres infiel a Olivia Rodrigo?
Violeta asintió, mordiéndose el labio.
—No puedo evitarlo, Chiara. Lo que sentí esta noche contigo fue algo que no podía ignorar.
Chiara suspiró, comprendiendo la complejidad de la situación.
—Supongo que las cosas no siempre son blanco y negro —dijo finalmente.
Violeta la miró, agradecida por la comprensión.
—Gracias por entender.
Se abrazaron, sabiendo que aquella noche había sido única, especial, pero también complicada. Mientras el amanecer comenzaba a iluminar la habitación, ambas sabían que, pase lo que pase después, esa noche siempre sería un recuerdo inolvidable.