00. Prólogo

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A PRIMROSE CHASSE LE GUSTA CAZAR

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A PRIMROSE CHASSE LE GUSTA CAZAR. Hacha, espada y flechas. Bañadas en sangre. Huelen a criatura de patas cruzadas y cruel destino. Un arma demasiado filosa. Brutalidad desgarradora. Riega los jardines de margaritas puras y blancas con la sangre. Las tiñe de rojo, las transgrede y entonces se convierte en Dios. Aquel que decide un castigo, un destino. Ella es el destino, un filoso reloj, que cuenta los minutos para que la rosa muera.

Cuando el viscoso y aún cálido líquido vital llega hasta las raíces, humedeciendo la tierra santa, las margaritas se retuercen. Crujen y las espinas y los tallos se multiplican. Filosos bordes y gruesos cuerpos crecen monstruosamente, y el campo se llena de espinas. Ya no más pétalos de delicadas venas.

—¡Ey!— detrás de Primrose un chillido femenino la hace esbozar una mueca de molestia. ¿Quién se atreve a molestarla cuando se está divirtiendo?— ¡Alto allí! ¡¿Qué hechiespanto le haces a esas pobres flores?!

Girando sobre sus tacones de agujas que unen su disparatada mente con la superficie terrestre, Primrose encara a Apple White. Rubios rizos que huelen a flores, piel pálida como la nieve, mejillas y labios rojizos como el jugo de una granada, ojos azules que podrían igualarse al color despejado del cielo, si no fuera porque la presencia de Primrose evoca las nubes grises. Ella es caos. Oscuridad masacrando sus párpados. A veces usa café o un rojo oscuro, pero hoy su mano enloqueció y la paleta de color sobrios no fue suficiente. La brocha remarcó el iris azul. El peine desenredó las hebras castañas con mechones teñidos. Un poco de labial y entonces era ella: Primrose Chasse, hija de la hechicera que un día tomó por sorpresa a la famosa Bestia. Sacudió su mundo. Por moral, por educar y porque era divertido jugar a ser Dios.

Con una sonrisa de dientes puntiagudos, Primrose le provoca escalofríos a la dulce y pura Apple.— Nada que te involucre.

La rubia retrocede, pero no se larga corriendo asustada, cómo está acostumbrada que hagan las personas— Este es el jardín de Rosabella. Ella es parte de tu cuento. ¡Es horrible que le hagas esto!

Primrose bufa: los cuentos comienzan a sonar menos interesantes de lo que fueron hace un tiempo, cuando un libro sagrado afirmó conocer cada pedazo de ellos. Cada estrofa de sus dictaminadas vidas. No entiende el afán de Apple a seguir todo al pie de la letra. Al final, antes de firmar el libro de cuentos legendarios, no hay nada que se pueda hacer. Más que disfrutar.

Aquí va la cosa: A Primrose le encanta su destino. Ser Dios y bañarse con pétalos de rosas después de un buena broma suena al paraíso. Complicarle la vida, no solo a una, si no a varias personas suena exquisito. Solo que no quiere limitarse. No como lo hizo su madre, que se rigió por la sabiduría y el buen juicio. A Primrose le gusta la sangre, como a su padre. Un cazador del pueblo que tejió telarañas en el camino en la Bella y la Bestia. Arrebataba vidas y las observaba desde su bello sofá de terciopelo. Como otro gran Dios. Su madre cayó fascinada.

Detrás de ella, los tallos comienzan a desenroscar. Las espinas dejan de ser mortalmente enormes, y se convierten en molestas agujas. De esas que someten a chicas jóvenes a un profundo sueño de cien años. Nada mortal. Inofensivo. Las abundantes margaritas ahora se pintan de rojo jugoso como los labios de Apple White, y la misma los abre con asombro al ver como las rosas cobran vida bajo la mirada zocorrona de Primrose.

Voilá.


— Voilá

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RECKLESS |  ᵃᵖᵖˡᵉ ʷʰⁱᵗᵉ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora