Enamorada tuya

1 0 0
                                    


Esta noche me he acordado de aquel vídeo que nos tomaron de improvisto, en el porche de tu casa del pueblo. Un cuarto de hora antes estábamos sentados en sillas de plástico blancas, era pleno verano, cuando el sol pica y las avispas buscan brazos desnudos que morder.

Le pediste con una sonrisa a tu hermano que te pasara la guitarra que reposaba en una mesa con mantel rojo. Rozaste con las uñas las cuerdas con delicadeza, todos callábamos. Tu hermano comenzó a dar golpecitos a un envase de galletas que encontró tirado por la mesa con la intención de marcarte un poco el ritmo. El ambiente era plácido, serían las cuatro, después de la hora de comer, cuando el estómago está lleno y los ojos se cierran. Cuando el calor adormece y tranquiliza los sentidos. La sombra del porche era lo único que nos mantenía frescos; el suelo aún ardía.

Tu piel clara se había tostado como cada Agosto. Se notaba porque tus brazos, cuello y rostro, contrastaban con la piel de tu pecho cuando te zambullías en la piscina y aguantabas la respiración para salir y volverte a hundir. Yo te miraba desde los bancos del borde, con mi bañador verde y el pelo seco.

Entre las paredes gruesas de tu casa y el sonido de las cigarras de la calle, me quedé aquel mediodía  absorta mientras tocabas la guitarra. Me propuse animarme a cantar. Entonces el escozor vino de mis mejillas; me habías mirado muy fijamente. 

Jorge seguía haciendo de percusionista con aquel plástico sucio, ajeno a lo que acababa de suceder. La canción quería salir de mí. Pero, como en la piscina, me arremoliné en mi silla y acabé mirando hacia otro lado. De reojo noté cómo bajabas la cabeza hacia la guitarra; tu nariz grande de perfil atrajo de nuevo mi atención. Suspirabas.

Entonces, apreté los dientes y me levanté nerviosa; acerqué mi silla más hacia donde tu estabas. Los demás, adormilados, salieron un poco de su trance. Jorge paró de hacer ruido.

Al poco tiempo ambos interpretamos aquella suave canción para nuestro modesto público. El recuerdo ahora me sabe a hierba seca, protector solar, agua con cloro y galletas de chocolate. Hoy, justo a las tres de la mañana debido al insomnio, me acordé de que tu madre llegó por sorpresa y nos grabó a mitad con una cámara que seguramente ya no sepas ni donde está.

Acabamos el espectáculo y nos aplaudieron. Te rascaste el puente de la nariz que tenías enrojecido por el sol, yo enseñaba una hilera superior de dientes torcidos. Éramos muy jóvenes, por eso siempre dudé de si en realidad quisiste de verdad que cantara contigo. 

También tengo en la memoria que vi aquel vídeo repetidas veces, tantas que lo puedo reproducir en mi mente a la perfección ahora, años después. Tú ibas de azul, yo de blanco.

Anhelo volver a sentir aquello, las heridas de pisar piedras con las chanclas en el asfalto del campo y la felicidad que no sabía que experimentábamos. Porque a esa edad nadie se plantea si es feliz o no. Y ahora me pregunto si no hubiera sido más fácil decirte que estaba enamorada tuya, y ya. 

Enamorada tuyaWhere stories live. Discover now