Prologo

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La noche envuelve la casa con su manto oscuro, y yo me preparo para entregarme al sueño, anhelando el regreso reconfortante de mis padres del ajetreo diario. A punto de sumergirme en el mundo de los sueños, las notificaciones en mi celular irrumpen en la calma de mi habitación. Pero en lugar de ceder a la tentación de revisarlas, decido ignorarlas, esperando que el sueño me abrace con su dulce abandono.

No sé cuánto tiempo pasó cuando me despierta el sonido de la puerta de la entrada, anunciando la llegada de mis padres, así qué decido levantarme de la cama para ir a recibir a mis padres. Sin embargo, me encuentro con mi hermano, su rostro una máscara de seriedad que hiela mis entrañas.

—¿Dónde están mamá y papá? —pregunto, aunque ya temo la respuesta.

Las lágrimas que amenazan con desbordarse en los ojos de mi hermano son suficiente confirmación. La negación se arremolina en mi pecho, pero la realidad, implacable, se cierne sobre nosotros. Mis padres ya no están. Un vacío se abre dentro de mí, devorando toda esperanza y dejándome a merced de un dolor abrumador.

Me aferré a la débil esperanza de que todo fuera una cruel farsa, pero la mirada desgarradora de mi hermano me arrastra a la realidad más cruda. Nos abrazamos con fuerza, dos almas naufragando en un océano de lágrimas compartidas. En ese abrazo, se rompe algo dentro de mí, un pedazo de mi corazón que se desgarra irremediablemente.

—No puedo, no puedo aceptarlo — susurro entre sollozos, buscando consuelo en los brazos de mi hermano.

—Lo sé — murmura él, su voz apenas un eco en la oscuridad. —Pero tenemos que hacerlo.

La certeza de un futuro sin mis padres se extiende ante nosotros como un abismo insuperable. La idea de despedirme de ellos para siempre me paraliza, el dolor agudo de la pérdida cortándome hasta el alma misma.

En ese instante, el mundo tal como lo conocí se desvanece en la oscuridad, dejándome a la deriva en un mar de incertidumbre y desesperación. Mis padres eran mi ancla, mi guía, y sin ellos, me siento perdida, una hoja arrastrada por el viento de la vida, sin rumbo ni propósito.

La noche se cierra a mi alrededor, una manta de oscuridad que envuelve mi corazón roto. Y mientras me hundo en la quietud de la noche, sé que nada volverá a ser igual. El mundo que conocía se ha desmoronado, dejándome atrapada en los escombros de un dolor que amenaza con consumirme por completo.

Y así, con el peso de la pérdida aplastándome el alma, me sumerjo en la oscuridad de la noche, sin saber qué depara el futuro, solo que ya nada será igual.

Corazones entre sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora