Lucía es la máxima autoridad del infierno norteamericano, y durante milenios cumple su rol al pie de la letra. Pero incluso un ser tan poderoso como ella necesita salir y desconectar, ir de copas y aventurarse en el bajo mundillo humano. Lo que ella...
Ah... El infierno. Tan cruel y... tentador. Ya he perdido la cuentas de en cuantas historias vemos al infierno como algo cool, donde sus habitantes son lo máximo y queremos ser como ellos. Lo graciosos es que, esas historias no podrían estar más alejadas de la realidad. Y eso era algo que Lucía sabía.
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Tétrico. Horripilante. Abrumador. Un calor capaz de cocinarte hasta los huesos, al punto de desear ña muerte solo para escapar de ese martirio. Y Lucía era la regente de todas esas tierras.
Aunque llamarla regente sería algo bastante... especial. Y gin y al cabo, ella solo era una administradora muy sovrevalorada, y era conciente de ello.
Durante milenios, la monarca había dedicado su existencia a hacer funcionar ese lugar como debía de ser. Las almas eran castigadas por sus pecados, y ella se encargaría de hacer que todo fuese como realmente debía ser. Aunque su trabajo no diferenciaba mucho al de un jefe de oficina.
Papeleo. Contabilidad. Cálculos. Recuento. Quejas de empleados. Cosas del día a día que se han repetido durante incontables años una y otra vez. Y algo asi... frustra... sin lugar a dudas.
Pero sin importar tu poder y naturaleza, toda mente consciente debe desconectar de los problemas diarios y buscar la entropia. Un poquito de su tiempo para no acabar en la locura que una rutina agobiante pueda causarle. Una escaapdita al mundo humano no estaría nada mal.
El ocio en el infierno no era lo mismo. Era difícil ser sociable cuando todos te tratan con respeto por lo que eres y representas. Pero en un mundo donde no te conocen, y puedes pasar como una cualquiera con un buen disfraz mágico. Y ya había pasado un par de años desde la última vez que lo hizo.
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Lucía aún recuerda con gracia como hace unos 50 años todos la miraban extrañados. Su aspecto oscuro y rebelde era algo que a los humanos les causaba mucho la atención, aunque ahora era tan común que simplemente pasaba desapercibida.
Su rumbo la llevó a un bar en Chicago. Ciudad de luces y vida nocturna. La música electrónica y rockera actual le resultaba muy agradable, hasta el punto que entendía con gracia como las personas mayores decían que esa era la música del diablo... Casi que literalmente.
