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¿Qué mierda estoy haciendo? Se preguntó, no por primera vez. Hace dos años, con sus gloriosos dieciocho, estaba en una isla paradisíaca, con el amor de su vida. Había ganado el mundial. Ahora, en cambio, estaba en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, al otro lado del mundo, por haber aceptado, en un ataque de añoranza, jugar en el Real Madrid. Con calor. Con la gente hablando otro idioma.(Gracias a Dios que existía la lengua universal, si no, estaría bastante más jodido de lo que estaba ahora, y eso era decir mucho.) Con el tres veces maldito, Héctor Helio, que le había quitado el puesto de portero estrella a Mark, su capitán. Por no contar que iba a vivir en la misma casa que su hermana pequeña, que, por lo que él sabía, solo era un año menor. Simplemente fantástico.
Entonces, escuchó una voz detrás de el:

-Como no quites esa cara de muerto, llamitas, te dejo tirado en medio de la Castellana. Y créeme, no quieres.

Él se giró lentamente, y la miró. Tenía los brazos en jarras, Y la piel un poco más clara que Héctor, pero los mismos ojos turquesas, con las vetas azules y el halo dorado. Solo que ella era rubia. Y con una vena asesina, por lo que podía observar. Qué desagradable. Además, ¿cómo se llamaba?¿Irene?¿Isabella?

Ella, en cambio, siguió hablando. (Para disgusto del peli-crema, ya que su voz le parecía irritantemente bonita. Una de esas voces que dan celos sólo de escucharlas)

-¿Vas a dirigirme la palabra, señor de Invernalia, o voy a tener que decirlo todo yo?-Fue el mordaz comentario de la rubia.

Ella, por su parte, se estaba exsasperando, decidida a dejárselo a Lucía o a Héctor en cuanto pudiera pagar ella sola la el maldito apartamento de las narices, que es por lo que había aceptado eso en primer lugar. Sabía que los japoneses eran reservados, pero lo de ese chico rozaba la locura. Pero ya estaba hecho, así que simplemente suspiró, y decidió presentarse, ya que el no parecía que fuese a dignarse a hablar con ella próximamente.

-Mi nombre es Isabel Helio Garaizabal, por cierto. Encantada de conocerte, jaun uxatzen.( frívolo, o no comunicativo. Una persona que asusta verle)

Y le tendió la mano, porque, aunque técnicamente le acababa de insultar, él no lo sabía, y sus padres la habían educado para ser una dama. (Una dama que es capaz de matarte de un golpe, pero una dama, a final de cuentas.)
Para él, en cambio, ese gesto era el colmo. ¿Quién se creía esa niñata?¿Su hermana? ¿Mark Evans? Así que, en vez de estrecharle la mano, el simplemente inclinó la cabeza. Para ser honestos, no la estaba escuchando. Se había enterado de su nombre, Isabel Helio-algo, y que le había llamado algo, en un idioma que él no conocía. (¿Español, quizá?) Vio que ella se alejaba. No le gustaba, pero Axel era, ante todo, un ser lógico y pragmático. Y definitivamente, no se quería quedar allí él solo, así que fue tras ella.

Así, el famoso delantero de fuego, Axel Blaze, llegó a Madrid, con el corazón roto y unas ganas inmensas de matar a su nueva compañera de piso.


Tenía que admitir, aunque a mala gana, que Madrid era precioso. Era un mezcla de antiguo y nuevo. Clásico y Moderno. Impactante. Letal.

Y, por alguna extraña razón, eso le atraía, al contrario que la rubia de bote que tenía por compañera, que se le había ocurrido que la mejor idea era, aparentemente, venir a recogerle en su audi descapotable, y descapotar sin su permiso, como si fuese ama y señora del lugar. Además de poner una cantante en Español, (Shakira, creía que era) a todo trapo, como si esa música fuese mínimamente aceptable. ¿Que se creía, que estaban en una discoteca?

Decidido, cada instante que pensaba en ella, más la aborrecía. ¿Qué clase de crueldad había hecho él en su vida pasada, para merecer esto? No le habría deseado esto ni a su peor enemigo, para ser sinceros.

Y, como si fuese un milagro, el coche entró en un garaje debajo del edificio, cerrando la capota, dejando un coche normal, y, por la falta de cobertura la música por donde sonaba esa desgraciad de Shakira se apagó.

-Bien, Blaze, este es el edificio donde está nuestro apartamento. Por eso he metido el coche en el parking.  Como verás, no se cae a cachos, y espero que sea de su agrado, su señor. Ahora, al ascensor. Mi apartamento es un quinto piso.

El sarcasmo en su palabras era evidente. Es decir, sabía quién era él, como, prácticamente,  todo el jodido planeta, por lo que le había parecido entender. Pero, de ser algo arrogante (ella era el orgullo y la arrogancia representados según Héctor, a fin de cuentas) a no haber dicho una sola palabra en un viaje de cuarenta minutos, a alguien que, teóricamente, tienes que conocer, o al menos, tolerar, era prácticamente inaceptable.

Eso sí, su cara al ver el descapotable había sido maravillosa. Y luego se había puesto  a sus queridos Hombres G y Shakira  al máximo en el descapotable y su cara había sido de retratar. (No sabía porqué la gente decía que casi no hacía expresiones, la verdad, estaba todo el rato poniendo gestos con la cara)

-El edificio es bonito, hay que admitirlo. Espero que sea igual por dentro.-fue lo primero que dijo el peli-crema, a regañadientes.

-O Dios. Has dicho tus primeras palabras. ¿Cómo te sientes, mi vida? Debería haberte hecho un vídeo..

-Vuelves a hablarme como si fuese un niño de tres años, Helio, y lo lamentarás.

-Ya lo veremos, llamitas.

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La casa era preciosa, eso no se podía negar, además de espaciosa. Con suerte, no la tendría que ver mucho, o escuchar su jodida voz de cantante de ópera. (Seguía pensado que tener una voz tan bonita debía ser ilegal, es decir, ¿que era la capulla, una sirena?)

La casa en sí, era terriblemente cara, además de bien ubicada ( a unos diez minutos del estadio Santiago Bernabeu andando) ya que, al fin de al cabo, tenía que llegar allí de alguna manera ( Y Dios sabe que Isabel no le iba a dejar su amado descapotable, si quería un coche,que se lo compre.) Por dentro, era, simplemente, idílica.

Isabel lo tenía todo precioso, en colores cálidos, las paredes de blanco. unos sofás azul-verdosos espaciosos que daban a la chimenea, unas cortinas beis a un ventanal  gigante, y la televisión en la sala de estar, una cocina con suelos de mármol y encimera con horno, y todo lo demás, (hasta tenía una placa de vitrocerámica en vez de fogones) y una mesa redonda de madera, que le daba un toque elegante, pero, a la vez, acogedor. Todo ordenado meticulosamente. Ambas habitaciones estaban unidas por un pasillo, con un baño al lado, y luego, al fondo, las habitaciones.

Aunque, claro, aún no habían llegado allí.

-¿Qué te parece, Blaze?

-Es aceptable, pero podría ser mejor. ¿Además, de quién es la foto de este castaño de la entrada?

Era una foto pequeña, enmarcada, que mostraba a un chico de 18 años, suponía, sonriendo, sus ojos como la miel. ¿Porqué el se veía tan feliz?

-Es inútil tener una foto de alguien desconocido aquí.-se burló el de ojos castaños, ocultando la envidia de su felicidad.

Eso, era un tema delicado. Jodidamente complicado. Pero Axel, ignorante, no lo sabía. Por eso no vio venir, cuando una Isabel, tremendamente furiosa, desapareció de la nada, moviéndose, a lo que él le pareció, la velocidad del rayo, para acabar, literalmente, sin aire, y con su pierna en su estómago. Le había pegado, se dio cuenta. Fuerte, pero se había dado cuenta de que no era toda su fuerza, y eso le aterró, a la vez que le sorprendía toda la fuerza que tenía alguien de su complextura. Al menos, hasta los segundos que lo vio todo negro. Hasta que escuchó el ruido de la puerta cerrarse, pero no detrás suyo, sino delante.

La muy capulla le había echado de su casa de una patada.

Maite ZiatutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora