Jueves

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"Si fuera más guapo y un poco más listo
Si fuera especial, si fuera de revista
Tendría el valor de cruzar el vagón
Y preguntarte: ¿quién eres?"

Era una linda mañana en el Centro de Madrid. Y un joven llamado Carlos se apresuraba en salir de su casa.

Se había retrasado buscando su falda favorita.

Era de un color rosa pastel, de tablones, y pequeños moños a los costados.

Aveces le preguntaban: "¿por qué te arreglas tanto para ir a la escuela?"

Si ellos supieran que no se arregla para ir a la escuela.

Corrió lo más rápido que sus piernas le permitían.

No podía perder el tren.

No ese tren.

Llegó a las justas a la estación. Y con prisa entró en ese vagón.

Ahí estaba el motivo por el que se levantaba a las 5:00 a.m., para tener el tiempo suficiente para arreglarse. El motivo por el que tomaba ese tren.

"Te sientas enfrente y ni te imaginas
Que llevo por ti mi falda más bonita
Y al verte lanzar un bostezo al cristal
Se inundan mis pupilas"

Y como siempre; este se encontraba medio dormido y con la cabeza recargada en el cristal. Lanzando bostezos y empañando el cristal.

Bajó la mirada para revisar algunas cosas en su mochila y para supervisar que no hubiera olvidado nada en su casa.

Levantó la vista para poder admirar a su lindo chico de pecas.

"De pronto me miras, te miro y suspiras
Yo cierro los ojos, tú apartas la vista
Apenas respiro, me hago pequeñito y
Me pongo a temblar"

Dos ojos color café lo miraban.

No podía recordar la cantidad de veces que soñó con el momento en el que sus miradas conectaran. Había imaginado tantas cosas que podría hacer cuando eso pasara.

Imaginaba regalarle una sonrisa, entonces él le regresaría la sonrisa y alguno de los dos iniciaría una platica (esperaba que fuera su bonito chico de pecas el que la iniciara), comenzarían a entablar una amistad, después un noviazgo y por último un matrimonio con 2 bebés y un perro.

Pero no pudo hacerlo.

Cerró los ojos con nerviosismo, sentía que no podía respirar. Se puso a temblar levemente y escuchó un suspiro, luego de unos segundos se decidió por abrirlos y cuando lo hizo aquel chico de pecas ya no lo miraba.

No tiene tiempo para lamentarce.

El tren llegó a su destino.

—"Hemos llegado a nuestro destino" —se escuchó por los altavoces.

Tan pronto se abrieron las puertas, su chico de pecas se levantó y salió disparado a la salida.

Suspiró y de igual manera salió del tren, con dirección a tomar el tren que ahora sí lo llevaría a su escuela.

Todos los días toma ese tren con la única intención de ver a su chico de bonitas pecas.

"Y así pasan los días, de lunes a viernes
Como las golondrinas del poema de Bécquer
De estación a estación
En frente tú y yo, va y viene el silencio"

Después de esa pequeña (pero muy significativa para Carlos) interacción, las miradas se volvieron más comunes.

Pero como la primera vez, Carlos no podía evitar que los nervios se lo comieran vivo y arruinarán sus pequeñas interacciones con su chico de pecas.

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