6.- Un simple juego

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---EMMA---

La botella giraba lentamente sobre la mesa, y cada vuelta me hacía sentir más ligera. Quizás era el café —o la compañía—, pero había algo reconfortante en este juego improvisado. El aire entre Cole y yo se sentía relajado, como si hubiéramos derribado una barrera invisible. Cuando la botella se detuvo, señalando hacia mí, sonreí para mis adentros. Era su turno de preguntar.

—Está bien, Edwards —comentó Cole, apoyando el brazo en el respaldo del sofá, relajado—. ¿Cuál fue la cosa más loca que hiciste en la universidad?

Solté una pequeña risa al recordar ese episodio.

—Uf, eso depende —bromeé, jugando con el borde de mi taza—. ¿Loca como en divertido o como en "la policía estuvo involucrada"?

Cole arqueó una ceja, intrigado, y dejó su taza en la mesa.

—Definitivamente la segunda opción.

—Está bien, pero prométeme que no me juzgarás.

Cole levantó una mano en señal de juramento, una sonrisa divertida bailando en sus labios.

—Lo prometo.

—Había una tradición en mi universidad: el "Desnudo de Medianoche". Básicamente, cada año los estudiantes corrían por el campus en ropa interior... o menos.

Cole rió, su mirada brillando con auténtica diversión.

—Déjame adivinar: ¿tú fuiste una de esas valientes?

—Obvio —repliqué con un tono travieso—. Pero lo que nadie esperaba era que el rector decidiera adelantarse y hacer una redada esa noche. Terminamos corriendo hacia un estacionamiento en ropa interior, perseguidos por seguridad.

Cole soltó una carcajada, inclinándose hacia adelante.

—¡No puede ser!

—Oh, sí. Y el único lugar donde pudimos escondernos fue el maletero de un auto. Estuvimos ahí casi una hora.

Él me miró con los ojos llenos de incredulidad.

—Eso es, sin duda, una de las mejores historias universitarias que he escuchado.

Me encogí de hombros, reprimiendo una sonrisa de orgullo.

—Ahora te toca —lo desafié, apoyando los codos sobre las rodillas mientras giraba la botella otra vez.

Se detuvo apuntando hacia Cole. Él frunció los labios, fingiendo estar pensativo.

—¿La cosa más loca que hice? —repitió, como si estuviera buscando en algún rincón polvoriento de su memoria—. Hubo una vez que un amigo y yo decidimos colarnos a un estadio después de un partido. Queríamos ver cómo se sentía pisar el césped de las grandes ligas.

—¿Y lo lograron? —pregunté, curiosa.

—Sí, pero había guardias por todas partes. Terminamos escondidos detrás del marcador, con la adrenalina por las nubes. Fue estúpido, pero valió la pena. Sentir el césped bajo los pies... fue épico.

Lo miré con una mezcla de asombro y diversión.

—Eres más atrevido de lo que pareces, Reid.

—Lo sé —contestó con una sonrisa ladeada—. Ahora entiendo por qué nos llevamos bien. Tú también tienes esa vena impulsiva.

Había algo en su tono, en la manera casual en que lo dijo, que hizo que mi pecho se sintiera cálido. Quizás era cierto que compartíamos más de lo que pensaba.

Almas y Secretos: El juego del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora