Prologo

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"¿A qué le temes? A los demás o a ti mismo, no importa lo que hagas, pienses, o intentes; si el mundo en el que habitas es tan aberrante y absurdo como tú mismo, no seas alguien que no eres."

El mundo no es nunca como lo imaginamos o deseamos de niños, muchos se trauman o desilusionan, pero ¿Qué hay de quienes no esperamos nada desde niños? Sin inocencia, sin ilusiones o motivaciones, sólo seguir viviendo; ese es nuestro propósito en la vida.

Somos gente que la sociedad no acepta y forzosamente tenemos que adaptarnos, esconder nuestro verdadero yo, fingir, pretender; no por ser aceptados, sino por diversión. Una diversión que se basa en manipulación y el uso de mentiras tan dulces y empalagosas como la miel, y a la vez tan dolorosas y traicioneras como una hoja de papel que parece ser tan inofensiva, pero te puede herir.

Poco a poco de pequeñas heridas todos estamos formados y ninguno se salva de un simple rasguño o de ser decapitado.

-Despierta, la alarma suena y tú dormida plácidamente, despiértate ya. - Fueron esas palabras huecas y frías las que me hicieron despertar, la sutil voz de mi consciencia la que me hace ver negro y abrir los ojos.

La luz estaba prendida y mi cuerpo estaba completamente torcido en la cama con un libro encima mío, el cual estaba leyendo antes de quedarme dormida. Me enderecé para quedar completamente sentada sobre la cama y exhalé pesadamente con molestia mientras me quitaba los audífonos de casco que llevaba puestos, liberé un pequeño quejido y los hice a un lado; mis orejas dolían por dormir toda la noche con ellos (aunque no me molestaba).

Con el típico desgano e inexpresividad que me precedía al encontrarme sola procedí a revisar la hora y comenzar a arreglarme. Me bañé y me vestí, con nada en particular, sólo un pantalón de vestir negro, la camiseta escolar, y unos tenis negros; era un jueves por la mañana así que tenía que ir a la Facultad, "bendita facultad". Mentira, detestaba estudiar, pero de algo tengo que vivir, más cuando entré a esa carrera por obligación.

Por suerte ahora vivía sola, mis días de esfuerzo ahorrando desde los 19 para conseguir un departamento en el pueblo así que no tenía que escuchar las quejas de mis padres.

Al estar lista tomé mis cosas y miré el horario de mis medicinas y con un suave suspiro tomé la dosis que me tocaba y la tiré a la basura con tranquilidad para acto seguido dirigirme a mi trabajo, una cafetería donde trabajaba medio tiempo, y lugar donde, la verdad, ganaba bien.

-Hoy luces más animada de lo habitual querida- Dijo una de mis compañeras golpeándome suavemente con su cadera y una sonrisa socarrona mientras traía el pedido a entregar en su bandeja.

-Ja, ja, ja. La verdad es que sí, este clima me relaja bastante- Respondí tomando el pedido de la bandeja y guardándolo en su caja para llevar.

- Ah, ¿Sí? A mí me parece muy apagado, es un clima muy deprimente, hasta parece que habrá tormenta eléctrica. - dijo con un puchero recargándose en el mostrador justo al lado mío dejando su rostro descansar sobre la palma de su mano.

-Habrá tormenta eléctrica. - Afirmé mientras entregaba el pedido y luego la miré. - Y precisamente, Ross, eso es lo que me agrada de este clima. El cielo con nubarrones grises oscuros, la lluvia helada, el clima fresco, el viento. Deprimente, tal vez; agradable y relajante, definitivamente.

-Cielos, ¿Segura que no eres una Adams? - Dijo con aparente preocupación a lo que yo terminé casi partiéndose de risa.

-Supéralo, y trabaja, todos tenemos gustos distintos. - Dije dejando salir una risa corta muy tranquila.

Rosas de Sangre: El Relicario Y Las DagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora