A veces los días no empiezan mal, pero tampoco bien. Empiezan... raros.
Esa mañana abrí los ojos antes de que sonara el móvil.
Me levanté, me puse la sudadera que colgaba de la silla, y me acerqué al balcón. Todo seguía ahí. Los edificios enfrente, las persianas torcidas, el gato gordo del segundo piso trepando como si pesara la mitad. Nada fuera de lugar. Y sin embargo, algo no encajaba.
—O estoy paranoica o no me acostumbraré nunca a estar tranquila —murmuré para mí misma.
La sensación no se fue, pero decidí ignorarla.
Desayuné algo ligero —pan tostado con mermelada— y me senté en el sofá con el móvil en la mano. No tenía mensajes. Lily no me había escrito, ni tampoco Matt. No es que necesitara estar en contacto constante con nadie, pero hoy, por algún motivo, el silencio se sentía... pesado.
Casi como si me hubieran apagado el mundo sin avisarme.
-
A media mañana, salí a caminar. Lo necesitaba. Aunque el aire estaba frío y el cielo parecía que iba a escupir lluvia en cualquier momento, me daba igual. Me puse los auriculares y caminé sin rumbo, dejando que mis pies eligieran el camino por mí.
Me detuve en una pequeña tienda de libros de segunda mano. No era un sitio que destacara, ni rótulo llamativo ni escaparate decorado. Justo por eso entré.
Dentro olía a polvo, papel envejecido y café mal hecho. Me encantó.
Una señora mayor estaba sentada detrás del mostrador, leyendo un libro de tapa dura con las gafas a medio caer en la nariz. Me miró por encima del marco y volvió a lo suyo sin decir una palabra.
—Perfecto —murmuré—. Gente que no pregunta.
Me perdí entre los estantes. Agarraba libros al azar, los hojeaba, leía una frase cualquiera y los devolvía. Como si buscara algo sin saber qué era.
— ¿Te gusta leer o solo estás huyendo del mundo? —preguntó la señora sin levantar la vista.
Me quedé paralizada.
—Un poco de ambas.
—Buena respuesta. Puedes quedarte el tiempo que quieras. Pero si vas a huir, al menos compra un libro antes.
Reí. En voz baja, pero reí.
—Trato hecho.
Seguí buscando hasta que encontré uno: tapa azul desgastada, sin imagen, solo letras doradas medio borradas. El título ni lo entendí del todo.
Me lo llevé sin dudarlo.
—Seis monedas —dijo la señora, como si leyera mi mente.
Se las di, me metí el libro en la mochila, y salí del local.-
Cuando volví al barrio, pasé por la lavandería. Tenía ropa que lavar y sábanas que ya olían a "aquí vivo" más que a "hogar". Me pareció buen momento para aprovechar.
Había una chica en la fila. Tendría unos veinte y pocos. Pelo rizado, auriculares grandes y una chaqueta con parches de bandas que no conocía. Me sonrió cuando me vio con la bolsa de ropa al hombro.
—Primera vez aquí, ¿no? —dijo.
— ¿Tan obvia soy?
—Tienes cara de "¿cómo se mete esto sin romperlo todo?". Yo la tuve. Tranquila.
Reí otra vez. Eso me estaba pasando mucho últimamente. Reír con desconocidos. Sentía raro que me saliera tan fácil.
—Soy Nisha.

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Donde los Pájaros no Vuelan
Ficção AdolescenteNisha no nació para destacar. Nació para sobrevivir. Hija de una humana y de un ser alado, creció entre los árboles, donde el viento conocía su nombre y el silencio era su único testigo. A los 18 años, cuando por fin se atrevía a mirar más allá del...